viernes, 28 de febrero de 2014

Centrifugando el 2014 [enero]

[Haz clic en las letras azules, y centrifuga tu cerebro]

Un año más, reiniciamos el programa, el tambor del blog comienza a girar, y empezamos centrifugando al 2014, intentando evitar que nos centrifugue él a nosotros. Repasando lo que ha dado de sí el mes de enero, descubrimos que ha venido marcado por el arte, el humor y la buena educación. ¿Cabe mejor inicio para un año?

Rata inmunda, animal rastrero, escoria de la vida, adefesio mal hecho…” éste es el mensaje que ensayábamos para dejar en los contestadores automáticos de aquellos usuarios a los que por activa y por pasiva, se les ha reclamado que nos devuelvan lo que se llevaron prestado, y nos ignoran olímpicamente. Pensando, pensando, ¿qué mejor que dejarles esta excelsa ranchera de Paquita la del Barrio, grabada cada día para minarles la moral y ver si así nos devuelven lo que es de todos?

Si bien es cierto, es una táctica un tanto brusca, pero ¿qué hacer cuándo se acaban las buenas maneras? Por si acaso, nos aplicamos un correctivo con el Manual de urbanidad bibliotecaria, que tanto juego nos está dando. Apaciguados los ánimos nos recreamos en el arte con Fiesta de los maniquíes, un cruce robótico-artístico que abrió un debate entre los que les encantó la creación de Rino Stefano Tagliaferro que cierra el post, y los que se sintieron incómodos ante su concepto de la belleza.




Tan sólo unos días después llegó la respuesta a este debate cruzado, en esta ocasión, pasando lo
artístico por el tamiz del humor. Nos apropiamos del nombre de la sección de crítica de arte, que la prestigiosa Estrella de Diego publica en Babelia, para elucubrar sobre el algoritmo del éxito creativo. Los evanescentes cuerpos hechos de letras de Jaume Plensa, nos sirvieron de fondo sobre el que abordar la liviandad de la lectura digital.


Aunque el poso que deje la lectura, sea en digital o en impreso (que tanto da), dependerá como siempre de cómo esté la cabeza del lector, y en Mi lucha en digital un ligero escalofrío nos recorría la espalda ante ciertas noticias, que como tantas veces, terminamos conjurando a golpe de humor y música.

Por mucho que lo intentásemos, y por muchas técnicas de camuflaje que pusiéramos en práctica, difícilmente conseguiríamos pasar por surcoreanos, pero aún así nosotros nos declarábamos encendidos fans del país asiático, y proclamábamos que Queremos ser surcoreanos. Y es que lo nuestro con los libros, la lectura, las bibliotecas, y la cultura en general no es vicio, es directamente una necesidad fisiológica de esas que no se pueden desatender sin que se nos resienta el organismo.


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