miércoles, 9 de abril de 2014

Muerte entre líneas, mensajes entre surcos

Aleister Crowley, el ocultista favorito de las estrellas

Como dice un crítico con motivo de la publicación de la última novela de Donna Leon: “no puedo entender a un fan de la novela negra que no adore a Donna Leon”. Muerte entre líneas se titula, y de nuevo la exitosa escritora de novela negra, nos narra las aventuras venecianas de su comisario Brunetti, esta vez con argumento bibliófilo de por medio.

La historia nos retrotrae obligadamente a nuestro antiguo post sobre Crímenes bibliotecarios. La trama arranca con la llamada del director de una biblioteca veneciana denunciando la desaparición de libros antiguos de gran valor: a partir de ahí, arranca una historia en la que no faltarán asesinatos, intrigas y misterios, que se desarrollan en los ambientes más oscuros del mundo bibliófilo.

Las bibliotecas han sido desde siempre estupendos escenarios para relatos de crímenes y misterios. Los secretos guardados en los libros, incluso los libros como objetos mortales, han dado para mucho, tanto en literatura como en el cine. En un repaso apresurado, nos vienen a la mente desde las hojas impregnadas en veneno del códice medieval en El nombre de la rosa, al mítico Necronomicón creado por Lovecraft, cuya lectura produce la locura y la muerte; o las numerosas escenas en bibliotecas que pueblan las novelas de Agatha Christie, y tanta literatura de intriga y misterio.

Los ejemplos serían interminables, pero por quedarnos con una obra reciente de lo más sugerente, en la que creación literaria y  malditismo se dan la mano: el cómic El cuarto de Lautréamont, supone una auténtica gozada. Todo en esta obra te lleva a la intriga, desde el mismo origen que, aseguran sus autores, tuvo el cómic en cuestión, y que no hay  manera de saber si es un relato fidedigno o forma parte todo de una representación.

Portadas de la edición francesa y en castellano de El cuarto de Lautréamont


Situada en el París de las vanguardias de principios del XX, por sus viñetas desfila un Rimbaud dando sentido pleno a la expresión de enfant terrible o el escritor Auguste Bretagne, que descubre el libro maldito por excelencia: Los cantos de Maldoror, y otros tantos descubrimientos inquietantes en el cuarto que da título al cómic.

"Quiera el cielo que el lector, animoso y momentáneamente tan feroz como lo que lee, encuentre sin desorientarse su camino abrupto y salvaje a través de las ciénagas desoladas de estas páginas sombrías y rebosantes de veneno; pues, a no ser que aplique a su lectura una lógica rigurosa y una tensión espiritual equivalente por lo menos a su desconfianza, las emanaciones mortíferas de este libro impregnarán su alma, igual que el agua impregna el azúcar."  

Ilustración de Corominas de
Los cantos de Maldoror

Así comienzan los perturbadores cantos que escribió el conde de Lautréamont (seudónimo de Isidore Lucien Duchase) un año antes de morir. Con ese relato de fondo, no es de extrañar que la historia de El cuarto de Lautréamont, sea toda una promesa para los que gustan de atmósferas mistéricas.

Pero no sólo entre las líneas de los libros se vislumbran las puertas a esos infiernos de ficción en los que les gusta recrearse a los amantes del suspense y la intriga. Si hay un lugar común en lo que se refiere a mensajes ocultos, ese sería el relativo a las leyendas urbanas sobre invocaciones malignas o llamadas subliminales entre los surcos de los discos. El fenómeno hasta tiene su propio nombre: Backmasking, que se utiliza para referirse a los mensajes que pueden oírse si se reproduce al revés una pista musical.

Desde The Beatles, pasando por los Rolling Stones, Led Zeppelín, AC/DC, Marilyn Mason, Coldplay, Madonna, Ricky Martin, Prince o Nirvana y un largo etcétera, han sido acusados en algún momento, de camuflar estos mensajes diabólicos entre las estrofas de alguno de sus temas. 

Crowley, ocultista superstar
Y si bien es cierto que la devoción de muchos músicos por figuras como la de Aleister Crowley, ponen fácil este tipo de ideas; el listado se cubre de gloria cuando se añaden nombres como Britney Spears, Paulina Rubio, la cantante infantil Xuxa, o hasta la italiana más española, Raffaella Carrà.

En estos casos, más que invocar al demonio, los temas de algunas de las citadas, invocan más bien al buen gusto. Afortunadamente éste no se digna a hacer acto de presencia. Así que puestos a elegir, y desatando una vez más nuestra vena más bizarra, preferimos a Raffaella Carrà llamando no precisamente al averno en su tema 5353456. ¿Cómo alguien puede sospechar viendo este vídeo, que la Carrá invoque otra cosa que no sean la alegría y las ganas de pasarlo bien?




Lo de los mensajes diabólicos entre surcos, y los roqueros demoníacos quedaba muy bien cara ante ciertas audiencias; pero lo cierto es que el tiempo pone cada cosa en su sitio. Y en el caso de nuestro roquero con tendencias más bibliotecarias, Keith Richards, el refrán de "más sabe el diablo por viejo que por diablo", no podía venir más a cuenta.

El guitarrista de los Stones ya tiene cinco nietos, y por ello se ha decidido a publicar un libro infantil: Gus & yo: la historia de mi abuelo y mi primera guitarra. El músico de jazz Theodore Augustus Dupree era el abuelo de la futura estrella del rock, y fue él quien le indujo el amor por la música a su nieto. 

Una vez satisfechos todos los excesos, lo que más puede apetecerle a Richards, es leerles cuentos a sus nietos. Como ha declarado: “ese lazo especial entre niños y abuelos es único y debe ser atesorado. Ésta es la historia de uno de esos mágicos momentos, Espero ser tan buen abuelo como Gus lo fue para mí"

Madonna ilustrada por Gennady Spirin
Y no es el único, antes que él, si no para sus nietos pero sí para sus hijos, otras figuras como Madonna, Ricky Martin, o la actriz Jamie Lee Curtis se volcaron en la literatura infantil.

Será que por muchos mensajes siniestros que se filtren entre líneas, lo que termina resultando más revolucionario y cautivador es siempre la inocencia.

Y dado que arrancamos con misterios y asesinatos, y terminamos con loas a la infancia, nada mejor que una clásica Sinfonía tonta de Disney de temática deliciosamente macabra, para espantar todos los miedos con una sonrisa:



Advertencia: El presente post incluye mensajes subliminales entre líneas para provocar afición compulsiva a la lectura. La biblioteca se exime de toda responsabilidad ante eventuales perjuicios.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

uy que post más perturbador.

Primero ha empezado dándome miedito, después risa por la hortera de La Carra y luego ternura por el discurso sobre la niñez, los abuelos y los padres.

Voy a tomarme un gelocatil a ver si puedo asimilar tanta información. Me ha dejado sin palabras... porque aparte están los mensajes subliminares y esos se me dan fatal.

Estoy desbordad@ pero aún así me ha divertido mucho, que al fin y al cabo es de lo que se trata.

El blog de la BRMU dijo...

Pasar algo de miedo, siempre que sea en la ficción, es de las sensaciones que más enganchan; y si lo terminas con la risa, entonces el cóctel puede ser explosivo. ;)

Anónimo dijo...

Estoy muy de acuerdo con que la literatura misteriosa, de intriga es muy interesante. Es más me encanta Edgar Allan Poe, y que puedo decir de El Nombre de la Rosa que no se haya dicho ya.

Quizá no me expresado bien, quería decir que es complicado desde mi punto de vista enlazarlo con Raffaela Carrá y luego con la loa a la infancia. Son temas tan interesantes por si sólos que desconciertan todo junto, pero vamos, en mi humilde opinión.

El resultado es genial y divertido.

El blog de la BRMU dijo...


Toda la razón, algunas veces nos sorprendemos a dónde nos lleva lo que empezamos a contar, y en ocasiones surgen asociaciones de lo más divertidas