Una de las colecciones que más suelen llamar la atención a los miles de escolares, que cada curso, participan en nuestro programa de visitas guiadas a la biblioteca; es la estantería dedicada en la sección infantil a los libros en braille.
Pasear sus dedos por las texturas y los puntos que emergen formando palabras, podría ser un buen ejercicio de empatía, pero como nos suele pasar a todos: más allá de la curiosidad del momento, dudamos que lleguen a reflexiones sobre la suerte de poder leer sin impedimentos de ningún tipo.
En este sentido, el Instituto Tecnológico de Massachusetts está desarrollando un prototipo que muestra la cara más útil de los avances tecnológicos. El FingerReader es un auténtico anillo del poder, con el que se pretende que las personas ciegas puedan leer texto impreso. El anillo va equipado de una cámara que al pasar el dedo por las líneas del texto, reconoce los caracteres a través de un software tipo OCR, y lo reproduce en una lectura en voz alta. Si en cualquier momento el invidente se desvía de las líneas, el anillo vibra avisando al lector para que vuelva a situar correctamente el dedo.
Otro avance interesante, es el proyecto de Libros con ilustraciones táctiles de la Universidad de Colorado, que a través de las, tan en boga, impresoras 3D, permite imprimir en relieve todas las ilustraciones de los libros infantiles, facilitando así su lectura para los niños invidentes. Avances que previenen la tecnofobia, al mostrar la cara realmente útil de la tecnologización de nuestro mundo.
Pero hay otras experiencias que persiguen promover la empatía con las circunstancias ajenas. En Tijuana, la biblioteca propuso a sus usuarios una ruta a través de la ciudad con los ojos vendados. Una manera de ponerse en los zapatos del otro, pero también una oportunidad para abrir el resto de sentidos a otros niveles de percepción sin necesidad de aditivos, ni viajes lisérgicos. Está claro que en Tijuana hay mucho más que tequila, sexo y marihuana, como rezaba la canción de Manu Chao.
Aunque el ciego más famoso de la literatura, no sea un personaje propiamente dicho (aunque mucho se podría divagar al respecto) sino un escritor mítico como Borges. Él fue quien imaginó que el paraíso era algún tipo de biblioteca. Y no podemos estar más de acuerdo. Quien tiene una biblioteca a mano y no la disfruta, es la prueba irrefutable de ese dicho que reza: que no hay mayor ciego, que el que no quiere ver.
Y para cerrar, nada mejor que dejarse llevar por el arte que se disfruta por igual con los ojos abiertos que cerrados. El ciego de la música disco, funk y soul más influyente de todos los tiempos, en otra alucinante actuación del mítico programa Soul train.
2 comentarios:
Me parece un post extraordinario, nunca se ha dicho tanto y tan delicadamente en relación a la ceguera mental.
Esperemos que con semejante estímulo todos seamos capaces de ver mejor no sólo lo visible si no también lo intangible.
Exacto, para ver las cosas realmente bien no es necesario ni abrir los ojos, pero sí la mente. Muchas gracias, nos alegramos mucho de que te haya gustado.
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