jueves, 8 de mayo de 2014

BRMU, alias "la biblioteca del Zig Zag"



Identidad oculta, obra de Mizu-Chick

Más de un urbanita ha quedado impactado cuando al visitar alguna pedanía, ha descubierto la costumbre de anunciar los fallecimientos de los vecinos, mediante megafonía desde un coche. Ya de por sí, impacta para alguien acostumbrado al anonimato capitalino, pero aún sorprende más, cuando se atiende al modo en que se anuncian las identidades de los fallecidos.


Una vez vociferada la luctuosa noticia, al nombre del difunto se añade la coletilla: "conocido cariñosamente por todos como…" y a continuación viene el mote que tuviera el susodicho en vida.

Lo de los apodos en los pueblos merece un estudio en detalle; y el investigador Jesús Ramírez Martínez de la Universidad de la Rioja ha publicado varias investigaciones sobre esta costumbre ancestral que resultan de lo más interesantes:

"los apodos constituyen un discurso sintético y muy rentable, por la economía de lenguaje que suponen, además de clarificador y generador de lazos convivenciales y de producciones lingüísticas de una gran creatividad" [El uso social de los apodos como discurso sintético en las sociedades rurales. Revista Sociedad y discurso nº 19]

Claro que Ramírez Martínez también deja claro que: "algunos apodos distan mucho de ser vocablos agradables y positivos para quienes los portan". En otras palabras, que un mote puede ser una losa que caiga sobre ti y tu familia, y contra el que poco puedes hacer.

En nuestro caso no hemos salido mal parados, la Biblioteca Regional está en la ciudad, pero eso no ha evitado que muchos nos hayan colocado el mote de ser la "biblioteca del Zig Zag". No esta mal, no dejamos de ser también un centro de ocio, en nuestro caso nuestro apodo aclarativo no se convierte en sambenito.

La etnología nos apasiona mucho, pero no es por este motivo por el que nos ha dado por hablar de motes y apodos. La razón es que con nuestro nuevo catálogo web 2.0, hasta nuestros usuarios van a tener motes. Eso sí, totalmente voluntarios y elegidos por ellos mismos. Si se accede personalizando la sesión, ofrece la posibilidad de ponerse un alias. Lo que decíamos en el post anterior: la aldea global copiando con descaro a la aldea rural.

Y en tan sólo cinco días que llevamos con él, ya han sido unos veinte usuarios los que se han bautizado a sí mismos. Claramente más que motes serían seudónimos: primero porque los eligen ellos, y segundo, porque desde la biblioteca ni siquiera podemos modificarlos. Los apodos de nuestros usuarios, son potestad absoluta de ellos. Así que a partir de ahora (tal y como decía Jesús Ramírez) generaremos más lazos convivenciales con nuestros usuarios






A algunos parecerá una tontería, pero jugar con la identidad a través del nombre es un acto de autoafirmación. Puede servir para camuflarse, o por el contrario, para desvelarse a través de lo que sugiera el alias elegido.

¿Habrían tenido el mismo éxito escritores como Pablo Neruda,
Azorín, Oscar Wilde, Mark Twain o George Elliot, de haber mantenido sus verdaderos nombres (Neftatlí Reyes, José Martínez Ruiz, Oscar Fingal O'Flahertie Wills, Samuel Langhome Clemens, Mary Ann Evans, respectivamente)? Probablemente sí, porque el talento no necesita bautizos, pero sin duda sus exitosos seudónimos resultan mucho más atractivos.

Y qué decir de las estrellas, ¿habrían tenido tanto poder de evocación nombres como Margarita Cansino, Norma Jean Baker, Theodosia Goodmann o Greta Lovisa Gustafsson, de no haber sido suplantados públicamente por los de Rita Hayworth, Marilyn Monroe, Theda Bara o Greta Garbo? El caso más rocambolesco tal vez sea el de Prince, que pasó a denominarse con un símbolo impronunciable, y terminó llamado por los medios como "el artista antes conocido como Prince".



Las razones para elegir un seudónimo han sido de lo más variadas. Desde autoras travestidas bajo seudónimos masculinos para poder saltarse las barreras impuestas a su condición de mujeres, hasta camuflajes de identidad para dar un giro a sus carreras (es paradigmático el caso de la archifamosa J.K. Rowling, que bajo el nombre de Robert Galbraith, intentó esquivar los prejuicios hacia su figura, al acceder a la literatura para adultos, con su obra El canto del cuco), por estrategias editoriales, o por puro capricho literario.

Elegir un nombre distinto al que nos impusieron al bautizarnos, no deja de ser un acto de soberanía personal, un juego saludable con la identidad. Chats, redes sociales, foros, cuentas de correo, que lance una piedra el primer internauta que no ha recurrido a algún alias (en esto se incluye también el hecho de no firmar, dejando que nuestros comentarios aparezcan bajo el nombre de Anónimo). Siempre que no sea para esconderse cobardemente cual troll sin vida propia: bienvenidos sean todos los seudónimos libremente escogidos.

Se airea la intimidad a través de las redes sociales, y al tiempo se escoge ocultarse tras seudónimos. Mostrar y esconder, después de todo ése es el truco de la seducción. Y Graciela Mendoza fue una clarividente, cuando allá por los 80, ejemplificó a la perfección en el vídeo para su versión del tema Private life (Vida privada), ese baile de máscaras en el que ahora estamos todos inmersos.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Por qué nos ponemos la mascara?

Yo creo que no hay una sola respuesta. A veces será para protegernos, por seguridad, y otras para jugar a disfrazarnos como los increíbles carnavales de Venecia, y la mayoría de las veces otros para bailar con la vida.

Puede que sea un sentimiento oculto, el que nos hace que despertemos a lo lúdico , como si quisiéramos despertar en primavera, sin que cause estragos alérgicos, solo efectos positivos.