miércoles, 21 de mayo de 2014

Sensaciones monitorizadas



En el clásico de serie B: El hombre con rayos X en los ojos, Ray Milland interpreta a un científico que decide probar en sus ojos unas gotas para aumentar la capacidad de visión. El experimento, al principio tiene su gracia, sobre todo cuando le permite traspasar la ropa de la gente y verla desnuda; pero el afán por vulnerar las barreras impuestas por la naturaleza, termina convirtiendo al protagonista en un émulo de Edipo, sin complejo ni reino: pero que igual que el trágico griego, termina arrancándose los ojos.

Por mucho que nos tire un buen drama, no vamos a ponernos melodramáticos relacionando esta historia con las flamantes gafas de Google, pero en ambas propuestas late de fondo el mismo deseo: ampliar los límites de la percepción humana. Según las últimos noticias en torno a las ya famosas gafas, ya se han desarrollado aplicaciones que detectan el movimiento de los ojos, y que permiten interactuar con un teclado en el que ir realizando búsquedas sobre lo que estamos viendo físicamente, para que digitalmente las gafas nos proporcionen información.




Realidad aumentada casi incrustada en nuestras pupilas. Pero aún hay más, los sistemas de lectura rápida de los que hablamos en La ciencia avanza, pero yo no, ya se están incorporando a estos artilugios, y tres psicólogos de la Universidad de San Diego (que socorridas son estas lejanas universidades en noticias así), advierten de los riesgos de esta lectura. El ritmo de la lectura ha de marcarlo el lector, no el dispositivo; en caso contrario, no se pueden prever las consecuencias neurológicas que podría acarrear.

Nada nuevo bajo el sol, si acaso el cumplimiento de esas profecías que desde la ciencia-ficción hace décadas ya se vaticinaban. Tal vez estemos en los albores de la Nueva carne sobre la que David Cronenberg peroraba en su película Videodrome. 

La nueva carne surgió en los años 80 como una tendencia artística, que reflexionaba sobre el cuerpo y su transformación e integración con la máquina.

Así en la pesadillesca Videodrome, un programa de televisión morboso es en realidad un experimento que altera la percepción de los espectadores, causando daños en el cerebro. Leído así, la verdad es que sin necesidad de mucho esfuerzo, podríamos recitar más de un programa de nuestras televisiones que causa efectos similares a los de Videodrome. Pero hasta donde sabemos a ninguno le ha dado por guardarse un revólver en el estómago, como hacía James Woods en la impactante escena de dicha película (que para quien tenga estómago, está disponible en nuestra Mediateca).

La televisión canibal de Videodrome

Desde las civilizaciones más antiguas, el hombre ha buscado alcanzar otros niveles de percepción a través de las drogas o de rituales alienantes; y llegados al siglo XXI, sin haber resuelto aún el debate sobre el uso de las drogas y la soberanía personal, es la tecnología la que quiere suministrarnos esa otra dimensión. Como dijo Antonio Escohotado:
«De la piel para dentro empieza mi exclusiva jurisdicción. Elijo yo aquello que puede o no cruzar esa frontera. Soy un estado soberano, y las lindes de mi piel me resultan mucho más sagradas que los confines políticos de cualquier país.»

Pero ¿quién puede resistirse al irresistible atractivo de la tecnología actual? Ya hay aplicaciones para todo, y para todos. Nos monitorizan las pulsaciones, los pasos, las constantes vitales, las calorías, la ropa se vuelve inteligente, como los teléfonos, las casas, los coches que conducen solos. Ahora sólo falta una cosa, que el género humano también se vuelva inteligente para que vivamos en ¿el mejor de los mundos posibles?

Y aprovechando que la locutora televisiva más inquietante de Videodrome, estaba interpretada por Deborah Harry, cantante de Blondie, cerramos con su clásico Corazón de cristal. Porque puede que algún día alcancemos esa hibridación propuesta por la nueva carne entre el cuerpo humano y la máquina: pero incluso en ese estado, mucho nos tememos que nuestros corazones seguirán siendo tan frágiles como siempre.




7 comentarios:

Anónimo dijo...

De eso se trata, de vivir no de sobrevivir.

De vivir en el mejor de los mundos y en la mejor de las vidas.

En definitiva de ser feliz.

21 de mayo de 2014, 9:33

El blog de la BRMU dijo...

Ojalá que así sea, la humanidad es capaz de crear los más prodigiosos inventos y avances, pero seguimos sin ser capaces de ponernos de acuerdo, y de unirnos por el bien común.

Hay un claro desfase, entre el mundo casi perfecto que nos ofrece la tecnología, y el imperfecto factor humano, que en cambio es lo único ingrediente indispensable para disfrutar de la vida.

Anónimo dijo...

Pues mira por donde en este momento la BRMU me acaba de hacer feliz, por tan preciosa reflexión e inteligente post.

El blog de la BRMU dijo...

Ja, ja, la felicidad aparece cuando menos te lo esperas ;)

Anónimo dijo...

Pues mira por donde en este momento la BRMU me acaba de hacer feliz, por tan preciosa reflexión e inteligente post.

En cuanto a la canción de Blondy supone para los que amamos el pop inglés de los 80 todo un puntazo.

Gracias por hacernos tan felices.

Anónimo dijo...

Parece que aprender es necesario para vivir, a través de los libros, de películas, de canciones.

Todo de una manera consciente a veces y otras de forma incosciente hace que aprendamos a vivir con los consabidos riesgos.

Y como la música es una fuente de sabiduría y de placer aquí os dejo
una canción interesante para que aprendamos a vivir sin necesidad de ser monotorizados.

http://www.youtube.com/watch?v=D5wkLnpJkL8

El blog de la BRMU dijo...

¡Qué bueno! The Korgis, uno de esos grupos de un solo hit, que tanto gusto da recordar. Y cuánta razón tenían: todos tenemos que aprender alguna vez.