Mucho se habla del predicamento de los dioses de Silicon Valley a nivel tecnológico, pero no sabemos si su influencia a nivel social cala de igual manera. Para los adoradores del sello de la manzana mordisqueada, Steve Jobs es casi un santo, la labor filantrópica de Bill Gates hace que el culto a su figura se reparta entre los que critican a Microsoft, y los que reconocen su interés social. Pero la influencia más allá de lo tecnológico de Mark Zuckerberg, el creador de Facebook, resulta mucho más difusa.
El caso es que Zuckerberg quiere introducir como novedad en su red social: un club de lectura. Algo más que visto en bibliotecas, y también en muchos blogs y webs volcadas en la literatura; pero menos habitual en redes sociales. La idea será compartir un libro durante dos semanas, y una vez leído por los facebookeros, comentarlo a través lógicamente de Facebook. Algo muy propio, dado el nombre de la red (Caralibro).
Y parece que Mark ha descubierto un mundo que desconocía por completo. Según sus declaraciones: "Estoy muy entusiasmado con este desafío. Encontré libros de lectura muy gratificantes. Los libros te permiten explorar completamente un tema, y sumergirse en una manera más profunda que la mayoría de los medios de comunicación contemporáneos. Espero poder cambiar mi dieta, de los medios de comunicación a los libros"
Hace tan sólo dos décadas, que una figura con la importancia en los medios de comunicación como es actualmente Zuckerberg, hubiese dicho algo tan obvio habría resultado impensable. Ahora en cambio hasta nos parece normal. Ya recogíamos las palabras del escritor Junot Díaz en Trastorno bipolar bibliotecario, pero vienen tan a cuento que no nos resistimos a volver a reproducirlas:
“cada vez que un joven abre un libro es tiempo que pasa sin pulsar botones, sin entrar en Facebook, sin pedir papel higiénico por Amazon. Si a una chica o a un chico les da por leer poesía, se salen de la cadena de producción de dinero y obtención de beneficios. […] . A las corporaciones les resulta insoportable la idea de que nadie le dedique a una novela las 20 o 30 horas que exige su lectura.”
¿Será consciente de ello Zuckerberg? En cualquier caso, sólo cabe celebrar que una figura como él, anime a sus millones de seguidores a sumergirse en el ya para muchos desconocido planeta de los libros.
Tal vez así, se conseguirá que los referentes culturales pre-Internet se mantengan vigentes entre las nuevas generaciones, y no se den casos tan bochornosos como los recientes comentarios en Internet a cuenta del último tema del músico Kanye West en colaboración con Paul McCartney. El tema Only one, dedicado por West a su madre, ha sido compuesto en colaboracion con el ex-Beatle (todo un lujo para el marido de Kim Kardashian); y aunque West ha firmado algunos de los mejores discos editados en los últimos años, el caso es que la cultura musical de algunos de sus seguidores, debe ser como un páramo desierto más allá de los últimos diez años.
El caso es que los comentarios felicitando a West por darle la oportunidad a un nuevo músico, o directamente preguntando ¿quién es ese tal Paul McCartney?, parecen más bien una broma que algo que haya podido pasar en realidad.
Pero sólo hay que fijarse en el desconocimiento musical, literario o cinematográfico en amplios sectores de las nuevas generaciones. Una pena, que muchos niños no hayan visto nunca una película de Charlot, o de Buster Keaton o Harold Lloyd; que para muchos jóvenes Humphrey Bogart, Greta Garbo, Bette Davis, Katharine Hepburn o Cary Grant, no son más que fotos antiguas en alguna revista que hojean por casualidad.
Precisamente, si el fundador de Facebook quiere explotar la vertiente más educativa de su red social: ¿no deberíamos las bibliotecas explotar nuestro fondos en este sentido? ¿En qué otro lugar es posible localizar, ya no sólo películas, sino libros, músicas, cómics; que han desaparecido de los catálogos de las librerías, y que pueden servir para desarrollar un plan de formación en historia del cine, la música o la literatura?
Los que ya tenemos una edad, gracias a la labor de la televisión de los años 70 y 80, pudimos acceder a las maravillas del cine clásico a través de innumerables ciclos. Pero en la actualidad, el cine clásico (salvo fallecimiento de alguna superestrella mediante) no se contempla en la parrilla de casi ninguna televisión generalista. Una estupenda ocasión para que las bibliotecas suplamos estas lagunas de las nuevas generaciones.
Gracias de nuevo Mark, y que tu poder mediático sirva para que aparte de compartir vídeos de gatitos, bebés y demás fauna: se socialice a través de la cultura. Todos saldremos ganando.
Fuente: ActuaLitté
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