lunes, 8 de agosto de 2011

Échale la culpa al bibliotecario



Las enfermeras denunciaron en 2007 un anuncio de desodorantes por dar una imagen de ellas excesivamente erótica, otro tanto pasó con las azafatas de Ryanair, o más recientemente con los médicos y los vídeos críticos con el hipotético copago de la Sanidad. Los bibliotecarios en cambio demostramos ser menos susceptibles en este sentido y no ya por la publicidad y los medios, donde nuestra imagen ha sido ridiculizada desde el principio de los tiempos; sino por el uso de nuestro nombre cuando interesa recubrir con una pátina de respetabilidad académica, a las difusas figuras que nacen en Internet.

Todo esto viene con motivo de la noticia que aparece en la revista online informática My computer sobre la situación actual de la Wikipedia. Según nos cuentan en este artículo, el espíritu altruista y de colaboración del que nació esta enciclopedia virtual que ya es un referente para millones de personas en todo el mundo, está de capa caída. Según un estudio de la Universidad Juan Carlos I de Madrid, tanto en la edición inglesa como en la hispana, la Wikipedia está perdiendo editores debido a las estrictas normas que se aplican para permitir que se publique en la misma, o incluso que se modifique lo publicado para subsanar errores o completar contenidos. Y ¿a quién se culpa de ello?, pues según el mencionado artículo, y reproducimos textualmente: “¿es posible que un proyecto tan bonito esté dañado por los tristemente famosos bibliotecarios?”

Pero que nadie se rasgue las vestiduras (o sí),
los “bibliotecarios” de los que habla son los generadores de contenidos de la Wikipedia, cuyo exceso de celo en muchos casos, despotismo virtual, sentimiento de élite o simplemente deseo de preservar una cierta seriedad en los contenidos ha provocado más de una guerra en la Red.

No dejan de ser irónicas las dos imágenes sociales de nuestra profesión: cuando se trata de ridiculizarnos somos aburridos, anticuados y retrógrados, y cuando se trata de proyectar cierto rigor intelectual, se toma nuestro nombre ¿en vano? Pero más allá de la anécdota, queda una reflexión: ante la falta de fiabilidad de los contenidos en Internet, frente al maremágnum virtual, ante la infoxicación: los aburridos, poco glamourosos y atractivos bibliotecarios de toda la vida, resultan ser el último refugio de la cultura. Paradojas del mundo virtual sobre las que se pueden conocer más detalles en esta entrada del blog Lo malo de wiki. Parafraseando a Rita Hayworth en la inmortal escena de Gilda: échale la culpa al bibliotecario.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

yo conozco a bibliotecarios que sólo se dedican a borrar cosas casi sin leerlas y no generan nada de contenido. Wikipedia está perdiendo mucho por su culpa.

El blog de la BRMU dijo...

Quizás lo ideal sería conjugar el rigor de un bibliotecario de verdad, con las ganas de extender el conocimiento que debería ser el espíritu de esta enciclopedia. Pese a todo lo más peligroso no es tanto las actualizaciones, como que muchos jóvenes o no tan jóvenes tomen la información de Wikipedia sin contrastar; y ya se sabe que una mentira repetida muchas veces termina por convertirse en verdad. Ese es el gran riesgo de Internet, y esa debe ser una de las labores de los profesionales de la información en el mundo digital; ayudar a que la gente contraste las fuentes.