martes, 2 de agosto de 2011

Vagabundos y bibliotecas



La biblioteca pública es un espacio al servicio de todo tipo de públicos, y tiene una faceta de inclusión social que un bello artículo sobre la Biblioteca de Cataluña nos ha recordado más que nunca.

Desde siempre entre el numeroso público de nuestra biblioteca hemos tenido personajes curiosos, algunos de una dignidad irreprochable pese a sus modestas apariencias, que han buscado un refugio paseando historias tristes por nuestras salas. Pero no es lirismo barato con el que sentirnos mejores lo que buscamos, es simplemente un pequeño freno al vertiginoso ritmo al que nos entregamos hablando de ebooks, nuevos servicios, futuros posibles, nuevos usuarios y públicos; para simplemente recordar otros personajes que en ocasiones pueblan nuestros centros, y en los que raramente reparamos.

Por eso, nada más oportuno que el poema que el escritor-vagabundo por excelencia, Charles Bukowski, le dedicó a la Biblioteca Pública de Los Ángeles tras el incendio que arrasó muchos de sus fondos allá por 1986:


EL INCENDIO DE UN SUEÑO

La vieja Biblioteca Pública de Los Angeles
ha sido destruida por las llamas.
Aquella biblioteca del centro.
Con ella se fue
gran parte de mi
juventud.

Estaba sentado en uno de aquellos bancos
de piedra cuando mi amigo
Baldy me
preguntó:
"¿vas a alistarte en
la brigada
Abraham Lincoln?"

"Claro", contesté
yo.

Pero, al darme cuenta de que yo no era
un idealista político
ni un intelectual
renegué de aquella
decisión
más tarde.

Yo era un lector
entonces
que iba de una sala a
otra: literatura, filosofía,
religión, incluso medicina
y geología.

Muy pronto
decidí ser escritor,
pensaba que sería la salida
más fácil
y los grandes novelistas no me parecían
demasiado dificiles.
tenía mas problemas con
Hegel y con Kant.

Lo que me fastidiaba
de todos ellos
es que
les llevara tanto
lograr decir algo
lúcido y/o
interesante.
Yo creía
que en eso
los sobrepasaba a todos
entonces.

Descubrí dos
cosas:
a) que la mayoría de los editores creía que
todo lo que era aburrido
era profundo.
b) que yo pasaría décadas enteras
viviendo y escribiendo
antes de poder
plasmar
una frase que
se aproximara un poco
a lo que quería
decir.

Entretanto
mientras otros iban a la caza de
damas,
yo iba a la caza de viejos
libros,
era un bibliófilo, aunque
desencantado,
y eso
y el mundo
configuraron mi carácter.

Vivía en una cabaña de contrachapado
detrás de una pensión de 3 dólares y medio
a la semana
sintiéndome un
Chatterton
metido dentro de una especie de
Thomas
Wolfe.

Mi principal problema eran
los sellos, los sobres, el papel
y
el vino,
mientras el mundo estaba al borde
de la Segunda Guerra Mundial.
Todavía no me había
atrapado
lo femenino, era virgen
y escribía entre 3 y
5 relatos por semana
y todos
me los devolvían, rechazados por
el New Yorker, el Harper´s,
el Atlantic Monthly.
había leido que
Ford Madox Ford solía empapelar
el cuarto de baño
con las notas que recibía rechazando sus obras
pero yo no tenía
cuarto de baño, así que las amontonaba
en un cajón
y cuando estaba tan lleno
que apenas podía
abrirlo
sacaba todas las notas de rechazo
y las tiraba
junto con los
relatos.

La vieja Biblioteca Pública de Los Angeles
seguía siendo
mi hogar
y el hogar de muchos otros
vagabundos.
discretamente utilizábamos los
aseos
y a los únicos que
echaban de allí
era a los que
se quedaban dormidos en las
mesas
de la biblioteca; nadie ronca como un
vagabundo
a menos que sea alguien con quien estás
casado.

Bueno, yo no era realmente un
vagabundo. yo tenía tarjeta de la biblioteca
y sacaba y devolvía
libros,
montones de libros,
siempre hasta el
límite
de lo permitido:
Aldous Huxley, D.H. Lawrence,
E.E Cummings, Conrad Aiken, Fiódor
Dos, Dos Passos, Turguénev, Gorki,
H.D. Freddie Nietzche,
Shopenhauer,
Steinbeck,
Hemingway,
etc.

Siempre esperaba que la bibliotecaria
me dijera: "que buen gusto tiene usted,
joven."
pero la vieja
puta
ni siquiera sabía
quién era ella,
cómo iba a saber
quién era yo.

Pero aquellos estantes contenían
un enorme tesoro: me permitieron
descubrir
a los poetas chinos antiguos
como Tu Fu y Li
Po
que son capaces de decir en un
verso más que la mayoria en
treinta o
incluso en ciento.
Sherwood Anderson debe de haberlos
leído
también.

También solía sacar y devolver
los Cantos
y Ezra me ayudó
a fortalecer los brazos si no
el cerebro.

Maravilloso lugar
la Biblioteca Pública de Los Angeles
fue un hogar para alguien que había tenido
un
hogar
infernal
ARROYOS DEMASIADO ANCHOS PARA SALTARLOS
LEJOS DEL MUNDANAL RUIDO
CONTRAPUNTO
EL CORAZÓN ES UN CAZADOR SOLITARIO

James Thurber
John Fante
Rabelais
De Maupassant

Algunos no me
decían nada: Shakespeare, G.B. Shaw,
Tolstói, Robert Frost, F. Scott
Fitzgerald

Upton Sinclair me llegaba
más
que Sinclair Lewis
y consideraba a Gogol y a
Dreiser tontos
de remate

Pero tales juicios provenían mas
del modo en que un hombre
se ve obligado a vivir que de
su razón.

La vieja Biblioteca Pública de Los Angeles
muy probablemente evitó
que me convirtiera en un
suicida,
un ladrón
de bancos,
un tipo
que pega a su mujer,
un carnicero o
un motorista de la policía
y, aunque reconozco que
puede que alguno sea estupendo,
gracias
a mi buena suerte
y al camino que tenía que recorrer,
aquella biblioteca estaba
allí cuando yo era
joven y buscaba
algo
a lo que aferrarme
y no parecía que hubiera
mucho.

Y cuando abrí el
periódico
y leí la noticia sobre el incendio
que había destruido la
biblioteca y la mayor parte de
lo que en ella había

le dije a mi
mujer: "yo solía pasar
horas y horas
allí …"

EL OFICIAL PRUSIANO
EL ATREVIDO MUCHACHO DEL TRAPECIO
TENER Y NO TENER
NO PUEDES RETORNAR A TU HOGAR.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Un Gran poema de uno de los grandes. Descubrí ese poema hace años, precisamente en esta biblioteca y quedé, "marcado". Quien me iba a decir que acabaría trabajando aquí.

Un Abrazo.
(P.S. Martínez)

Anónimo dijo...

Extraordinario post.