Michael Fassbender, inquietante robot en Prometheus |
En los días de vino y libros, ya viajamos hasta los tiempos de la Revolución industrial: y allí regresamos ahora, buscando paralelismos con la revolución tecnológica en que estamos inmersos.
Frente a la utopía de un mundo hipertecnificado y feliz, en el que aliviados de la pesada carga del trabajo, podríamos dedicarnos a disfrutar la vida: nos encontramos con movimientos como Stop the killer robots (Parad a los robots asesinos) que lucha contra el uso de drones como armas de guerra.
Campaña para parar a los robots asesinos |
El trabajo escasea, y las máquinas inundan nuestras vidas. No vamos a ponernos apocalípticos (¿qué seríamos las bibliotecas sin la tecnología?) pero puede que la tecnofobia, que inflamó los ánimos de tantos artesanos en el XIX: se cronifique en este siglo XXI. Sólo hay que ver la presentación de David 8, que aunque sea ciencia-ficción, cada vez suena más a ciencia y menos a ficción:
Aria, la robot-bibliotecaria |
Se llama Aria, sin tener nada que ver con el género lírico, y ha estado un mes trabajando en dicha biblioteca. En este vídeo se le ve presentándose y recitando.
Diseñado para la biblioteca francesa, Aria recita poesías e interactúa con los usuarios. Las reacciones entre éstos, han sido de lo más variopintas. Primero, despertó la curiosidad y la diversión lógicas, para después, plantear otro tipo de inquietudes.
Muchos usuarios se preguntaban si los robots llegarán a sustituir a las personas, y nos restarán puestos de trabajo. De la simpatía inicial, algunos pasaron a la hostilidad hacia el engendro mecánico.
Pero no hay que otear mucho el horizonte. ¿Cuántas compañías utilizan a robots para contestarnos por teléfono? Y aún peor, cuando finalmente conseguimos que nos pasen con una operadora: ¿se nota la diferencia con el robot?
La tecnofobia en los 50 |
Por el momento en la Regional, aunque intentemos mejorar día a día, seguimos incurriendo en muchos de nuestros defectos. No podemos evitarlo, somos irremediablemente humanos. En cambio, el impecable robot-bibliotecario del corto de animación con que cerramos, es eficaz como sólo un autómata puede serlo; pero su anhelo más preciado, es algo tan simple como llegar a sonreír como un humano.
El dios de la tecnología puede que rija nuestro tiempo, pero todavía el hombre sigue siendo la medida para muchas otras cosas.
Fuente: Cybedroid
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