Ouka Lele, la fotógrafa más cool de la movida, retratando el Olimpo de Sálvame |
Será por aquello de que muchas veces no tenemos claro lo nos gusta; pero sí lo que nos disgusta: que en el mundo de Internet, los comentarios que acompañan a cualquier publicación, suelen acumular más comentarios negativos que positivos. Debe ser por aquello de definirse por oposición, o por otra razón, que muchos no quieren reconocer: porque esas webs, esos vídeos, esos personajes, forman parte de los placeres culpables de los que escriben.
Si no es así, ¿cómo se explica que haya internautas que siguen a medios digitales ideológicamente opuestos a sus ideas (algo fácil en nuestro país, con lo polarizados que están los medios), o que entran a vídeos, blogs o noticias que ya saben previamente que no les gustan, y se molestan en comentar? En muchos casos la red no es más que un patio de vecinos global, en el que criticar sale gratis, al tener asegurado que no se va a compartir viaje en ascensor.
A estas alturas de la película, avergonzarse porque algo te guste, salvo que caiga en lo delictivo (en estos casos ojala que sobreviviese la vergüenza), denota inseguridad en uno mismo. Por eso resulta tan divertido descubrir los placeres culpables de algunos escritores o músicos.
El prestigioso sociólogo británico Anthony Giddens, reconoció que estaba enganchadísimo a los programas televisivos yanquis de lucha libre, o lo que conocemos como Pressing Catch. Podría haber esgrimido perfectamente una coartada sociológica, pero honestamente no lo hizo, simplemente reconoció lo ridículo de estos programas, al mismo tiempo que su inexplicable fascinación por ellos.
El mediático biólogo Richard Dawkins, autor del famoso ensayo El gen egoísta, reconocía que sentía una afición por programar ordenadores. Nada malo per se, salvo por el hecho de que era realmente obsesivo, interfiriendo en su vida cotidiana, y hasta en la sexual; y encima para más vergüenza, sin que demostrase grandes aptitudes para ello. Afortunadamente Dawkins reconocía haberlo dejado, aunque tal vez algún día, aunque fuera un poquito…
El filósofo francés Bernard-Henri Lévy, también declaró su amor por las novelas de espionaje del autor galo Gérard de Villiers, despreciado por los intelectuales, pero que Lévy defiende por la calidad de sus informes sobre las zonas en conflicto; aunque sus tramas sigan siempre el mismo poco imaginativo esquema.
Pero quizás, donde se dan los placeres culpables más divertidos sea entre los músicos. Resulta divertido leer cómo músicos de estilos totalmente opuestos, reconocen sus aficiones secretas.
Como Dave Grohl, epítome de la música grunge primero con Nirvana, y más tarde con los Foo Fighters, confesaba no poder sacarse de la cabeza a las Spice Girls.
No sabemos si el jocoso cómic Britney forever (actualmente en la selección que hemos hecho para la PasarelaBRMU/Pedro Lobo), se inspiraría en este hecho al narrar la historia de un exigente aficionado al jazz, que de repente, se contagia de las chiclosas canciones de Britney Spears. Pero lo parece.
El binomio chico duro-gusto poppy, se vuelve a cumplir en el caso del cavernoso cantante del grupo de rock metal alternativo System of down, Serj Tankian, que no podía dejar de tararear a la hipercomercial Rihanna. O Miles Kane, músico indie, ídolo para hipster y gafapastas que reconocía su fijación con el Stayin’ alive de los Bee Gees.
El crítico musical Victor Lenore en su recién estrenada obra: Indies, hipsters y gafapastas (también incluida en nuestra selección PasarelaBRMU/Pedro Lobo), ataca inmisericorde a la tribu urbana y musical que ha dominado durante los últimos años las tendencias del mercado de lo cool. Si hay un rasgo que los hipster-gafapastas-indies han elevado a la categoría de axioma, ese ha sido el de ironizar con los gustos de las masas, con esa mirada condescendiente que les vacuna de cualquier sospecha mainstream.
En este sentido, el delicioso programa de La 2: Cachitos de hierro y cromo, explota el maravilloso archivo de TVE, haciendo un auténtico muestrario de lo que podrían considerarse placeres culpables (no por nada lo confeccionan periodistas de Radio 3, desde siempre la cadena de la modernidad). Y los presentan como redimidos de su naturaleza bastarda, gracias a la mirada que los guays del momento arrojan sobre ellos. De seguir así la cosa, dentro de poco el veterano programa cultural Metrópolis dedicará un monográfico a Pablo Alborán; y en Sálvame Deluxe actuará Silvia Pérez Cruz; y si no, tiempo al tiempo.
¿Qué eres indie y te gusta Pablo Alborán?, ¿qué eres choni y te pierdes por Anthony and the Johnsons?, ¿qué eres heavy y te vuelve loco Luis Miguel? No problemo que diría Terminator. En las bibliotecas públicas no hay placeres culpables; y lo mismo se llevan discos de Enrique Iglesias que de Beach house, cómics de Mortadelo que de Bretch Evens. La única vergüenza es no encontrar nada que te guste con la cantidad de cosas que tenemos.
Eso sí, como si no hablan de mal de ti, no eres nadie en la red: aspiramos a que este blog sea el placer culpable de más de uno.
2 comentarios:
Genial post.
Solo es discutible el título, debería llamarse placeres inconfesables ( porque son placeres que no los sacamos a la luz porque no estamos muy orgullosos de esas pequeñas debilidades pero no suponen ninguna transgresión), otra cosa sería placeres culpables ( culpabilidad implica, transgresión de normas así lo dice la RAE, serían placeres ilícitos).
Muy buena puntualización. Lo cierto es porque lo tomamos de la expresión anglosajona "guilty pleasures", cuyo concepto se ha ido extendiendo como tantos otros términos.
Nos alegramos mucho de que te haya gustado.
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