Dos noticias se vuelven a entrecruzar en el tiempo y nos disgustan a la vez por motivos aparentemente distintos, pero con un denominador común: censura cultural.
Por un lado, en Bélgica se ha admitido a trámite por parte de un tribunal, la denuncia de un ciudadano de la República Democrática del Congo contra Tintín. Tal y como suena, contra el reportero del tupé que tan de moda va a volver a poner Spielberg este año. Concretamente la demanda interpuesta es contra el álbum Tintín en el Congo, al que acusa de xenófobo y racista por la visión que da de los congoleños. Ya aburre defender una vez más el hecho de que no se puede juzgar según el prisma actual, las creaciones del pasado; el rodillo de lo políticamente correcto, o directamente del fanatismo, vuelve a amenazar con condicionar la libertad creativa incluso con carácter retrospectivo.
Moulinsart, la fundación propietaria de los derechos de Tintín, ya está contrargumentando defendiendo esa perspectiva histórica con la que se debe juzgar cualquier obra del pasado; pero resulta paradójico que ahora les toque probar a ellos, la misma amarga medicina que hace pocos años le hicieron probar a nuestro estupendo autor de cómics, Antonio Altarriba (¿aún no han leído la multipremiada El arte de volar?, ¿aún tienen prejuicios con los cómics?)
La celosa y hoy apurada fundación Moulinsart, obligó a retirar del mercado El loto rosa, una obra de Altarriba que buscaba homenajear al inmortal personaje de Hergé, fabulando sobre su madurez, que incluía perder la virginidad nada menos que con Catherine Denueve. Pues bien, la susodicha fundación obligó a retirar inmediatamente del mercado la obra, no sin que antes nuestra Comicteca ágilmente comprara dos ejemplares, que se han convertido en una de las joyas de nuestra sección.
Argumentos para defender unas posturas u otras, no faltan; por nuestra parte queda clara la opinión que nos merecen estos intentos de censurar cualquier tipo de creación. Pero el debate está servido, ¿y tú qué piensas?.
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