lunes, 27 de febrero de 2012

Guerrilla bibliotecaria


Obras de Shepard Fairey
La demanda para mantener activo el mercado del arte es insaciable. No ha existido movimiento contracultural y contestatario que el mercado del arte, de la música, de la moda o de lo que sea: no haya convenientemente higienizado para convertirlo en producto de consumo. Y en el mercadeo artístico, el último grito, es el arte urbano.
 Bansky, Blek Le Rat, Shepard Fairey, artistas que se movían entre la clandestinidad y lo ilegal en sus actuaciones urbanas, y cuyas obras ahora se disputan los marchantes de arte, y que los esnobs millonarios de medio mundo se pirran por colgar en sus salones. Toda la capacidad políticamente subversiva se va al garete; aunque colectivos como el español Ana Botella Crew, mantengan en alto el espíritu más provocador e inconformista.

Acción artística de Banksy

No sabemos si la acción artística que el inquieto John Locke (que curiosamente se llama igual que el filósofo padre del liberalismo moderno, que tanto debate suscita en nuestros días) está llevando a cabo por las calles de Manhattan, llegará algún día a los museos. De momento aparece y desaparece, entre otras cosas porque para eso está. Como una reacción a la destrucción de la biblioteca que creó el movimiento Ocupar Wall Street, Locke ha decidido decorar las antiguas cabinas de teléfono de Manhattan con bibliotecas.  
Guerrilla bibliotecaria es el nombre de esta acción artística que da un nuevo sentido al mobiliario urbano jubilado por las nuevas tecnologías; y que en algunos puntos está fomentando el intercambio de libros entre los peatones.
En el veleidoso mercado del arte, las bibliotecas como siempre un valor seguro contra el aburguesamiento de las mentes. 
 
Guerrilla bibliotecaria de John Locke

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