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El relato de lo que ha sido septiembre en este blog, serviría para convencer a cualquier ejecutivo de un gran estudio de Hollywood, para que invirtiera en llevarlo a la gran pantalla. Tiene de todo: historias de amor y desamor, violencia, vestuario suntuoso, crítica social, fenómenos paranormales, música y temas de actualidad. Es decir, los ingredientes necesarios para fabricar un rompetaquillas que, a su vez, tuviera posibilidades en la quiniela de los Oscars.
Las pasiones amorosas, y sobre todo, las venganzas amorosas venden mucho en el cine. Desde Miss Peggy y la rana Gustavo, hasta la pasión otoñal entre Vargas Llosa e Isabel Preysler; de todo hubo en el post Lo que la literatura ha unido, que no lo separe el hombre, que nos aportaría la parte más pasional y tumultuosa de la trama.
Si al despecho amoroso le sumamos una subtrama que incluya drogas, muchas drogas y la crónica de una caída a los infiernos de alguno de los protagonistas; entonces tendremos a la audiencia más cautiva que Sir Alfred Hitchcock en la escena de la ducha de Psicosis.
Será el momento idóneo para aprovechar esa suspensión de la incredulidad a la que aspira cualquier guionista; ese punto de no retorno, en el que una vez capturada la imaginación del espectador, casi tenemos carta blanca para introducir cualquier asunto por extraño que pueda parecer.
Sería el punto para la aparición de fenómenos paranormales, las drogas ya nos habrían dado coartada argumental para meter casi cualquier cosa. Pero cuidado no se nos vaya la mano, y terminemos con sensiblerías tipo Ghost. Para conjurar el peligro, añadamos algo de carnaza que apele a los más bajos instintos de la audiencia, tal cual como en un reality show: entonces prácticamente no habrá crítico de cine por sesudo que sea, capaz de catalogar genéricamente a nuestra película.
En este punto siempre vendrá bien recurrir a los clásicos, alcanzada esa cumbre de la historia sería un error garrafal perder el timón de la trama. El maestro Jean-Luc Godard sentenció que: "todo lo que se necesita en una película es un arma y una mujer", así pues: va siendo hora de pegar unos cuantos tiros, que tensen la trama hasta que no se escuche ni el rumiar de las palomitas en la sala. Y si quien empuña el arma es una mujer luciendo diseños tan impactantes, que ríete tú del fondo de armario de las pavas de Sexo en Nueva York: la nota para nuestra película en el Filmaffinity, rozará el 8,2 de Ciudadano Kane por lo menos.
Nos vamos acercando al final, no podemos dejar decaer la trama, pero tampoco podemos dejar cabos sueltos. Si hemos forzado la nota en algún momento, ahora tendremos la ocasión de justificarlo. Un flash back que nos revele detalles del pasado traumático de los personajes nos puede venir al pelo. Algo realmente emotivo, que apele a las conciencias de nuestros espectadores, dé un trasfondo social y político al argumento, y derribe cualquier objeción, como hicimos en el post Las bibliotecas nos dieron el poder.
Una vez manipulado a nuestro antojo al público; será el momento de templar bien, y asegurarnos esa mirada aún ensimismada que se percibe en los espectadores, una vez se encienden las luces de la sala. Para eso nada mejor que acabar con música. Un tema musical emotivo y alegre a la vez, una voz aterciopelada, y quizás, el sonido burlón y cálido de un ukelele: podrían ser la combinación perfecta que desemboque en los títulos de crédito.
Y ya tendremos la fórmula para el blockbuster redondo, ahora sólo será cuestión de que se publiquen las cifras de recaudación del primer fin de semana, para descubrir si se avecina trilogía, o directamente una franquicia.