jueves, 22 de octubre de 2015

Lecturas con bífidus


A ver cómo lo hacemos en el blog, para estar a la altura del buen gusto con que se ha diseñado la nueva oferta de la BRMU: ¿Lees en el baño?. Un total de 20 cuentos de autores célebres, convertidos en códigos QR, e impresos en pegatinas que se han colocado en los baños de la biblioteca. Para que cualquiera, con un smartphone que lleve la aplicación para leer códigos QR, pueda descargárselos.

Ya abordamos el hábito tan extendido de leer en los baños con el post De la lectura como necesidad fisiológica; y ahora al retomarlo, confiamos en seguir esquivando tanto lo escatológico, como el humor marrón. Como en aquel post, referentes ilustres en los que escudarnos para evitar el caca, culo, pedo, pis, no nos faltan.

Por ejemplo Henry Miller, que reconocía encontrar en el retrete su sitio ideal para devorar clásicos prohibidos, cuando era joven. Hábito que más adelante, le llevaría a escribir el divertido texto de Leer en el retrete, en el que, contrariamente a lo que pudiera esperarse: se manifestaba en contra de dicha costumbre.

 En la mayoría de hogares (y locales públicos) el único espacio con pestillo es el baño; y esa posibilidad de intimidad, en la infancia y la adolescencia: puede llegar a crear adicción, como refugio en el que escapar de la colonización paterna del resto del hogar. Pero el autor que mejor ha evidenciado por escrito la relación entre el tránsito intestinal y el mental, fue Georges Perec:

Entre el vientre que se alivia y el texto se instaura una relación profunda, algo así como una intensa disponibilidad, una receptividad amplificada, una felicidad de lectura: un encuentro entre lo visceral y lo sensitivo.

Henry Alford, del New York Times, hizo toda
una investigación sobre lo que lee la gente
en los baños
Éste y otros autores son los que recogió en su interesante, a la par que divertido, artículo Leer en el baño es cultura, el periodista peruano Marcos Avilés. Según sostiene Avilés en dicho artículo: “Los baños han hecho tanto por la cultura universal como las bibliotecas”. Siguiendo este razonamiento, la BRMU a partir de ahora, va a hacer una contribución a la cultura sin parangón.

Como también recoge el artículo, en algunos manuales de educación de los siglos XVI y XVII, se recomendaba a los nobles compensar lo indigno de lo que se ha dado en llamar eufemísticamente “aguas mayores”, leyendo tratados de filosofía mientras atendían el “llamado de la naturaleza.”

No hace falta ponerse freudiano para encontrar una explicación a esta asociación entre lectura y baño. La lectura es de los actos más íntimos y solitarios de los que podemos disfrutar; y no hay acto más íntimo (al menos desde que desaparecieron las letrinas públicas y compartidas de la Roma antigua), que sentarse en el aseo.

Y desde el punto de vista editorial, no han faltado avispados que han sabido sacar buen provecho de esta costumbre de leer en el baño.

En 1991, se publicó en Estados Unidos una colección de Clásicos compactos, cuyas ventas fueron muy bajas. Todo fue cambiarle el nombre por The great american bathroom book (El gran libro de baño americano), y se vendieron como rosquillas. El autor de la terrorífica novela The ring, el japonés Koji Suzuki, fue un visionario en 2009 al publicar su novela Drop (Gota) en papel higiénico. Dado que la novela transcurre en un baño, resultaba de lo más lógico.

La relación entre el tránsito intestinal y el mental abre un amplio abanico de posibilidades. Si los bífidus activos, con los que tanto se anuncian los yogures, conservan la flora intestinal; que no falten lecturas provechosas que ayuden a mantener un saludable equilibrio mental.

Y de momento lo vamos a dejar aquí, seguiremos de cerca las opiniones (si las hay) sobre el uso de nuestros usuarios de esta nueva oferta de la BRMU; pero mucho nos tememos que no habrá mucha gente dispuesta a confesar lo que hacen tras echar el pestillo; ni a nosotros nos interesa lo más mínimo, más allá de si se han descargado algún cuento.

Suzuki junto a su novela impresa en papel higiénico


Una vez más, hemos conseguido evitar el humor marrón, pero no por ello tenemos que ahorrarnos el directamente facilón, para concluir con lo que podría servir hasta de frase publicitaria: en la BRMU no hay excusa para no leer, ni siquiera en el excusado.


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