[Haz clic en las letras verdes, y centrifuga tu cerebro] |
Deberíamos de una vez abrir las puertas de este blog, y que sean sus seguidores, y no nosotros: los que nos cuenten cómo ha sido el 2015. Podríamos ofrecerlo como un kit de montaje pero sin instrucciones (cual mueble de una gran superficie nórdica). El valiente que se atreviera, dispondría de los enlaces a los posts de este 2015, y con todos ellos, y su inventiva: tendría que vertebrar un relato según su estilo y vivencias.
Para animar, deberíamos ofrecer algún incentivo en forma de premio (el esfuerzo creativo ha de ser recompensado, y reconocido); y así seríamos de verdad esa comunidad bibliotecaria virtual con la que tanto soñamos. De momento lo dejaremos como nuestro deseo para 2016, e intentaremos portarnos lo mejor posible a ver si se cumple.
El amor marcó el inicio del 2015, nuestro concurso de cartas de amor a la biblioteca fue una buena manera de alargar el buenismo navideño que todo lo invade. El amor estuvo en el aire, y también en las redes sociales gracias a un algoritmo; e inevitablemente también el desamor hizo acto de presencia, aunque con excusa literaria de por medio, que siempre lo hace mucho más interesante.
Del amor fuimos derivando en una evolución natural hacia el sexo. El amor sin sexo es posible, al igual que el sexo sin amor: pero lo mejor surge cuando se combinan. A nosotros nos gustan las bibliotecas, y también el sexo: y con ¿Por qué lo llaman biblioteca cuando quieren decir SEXO?, conseguimos unir las dos cosas. Tuvimos más estímulos que en un calendario de desnudos con coartada solidaria; pero como es costumbre, antes iniciamos el tonteo transformando a la biblioteca en una discoteca.
El trinomio clásico del sexo, drogas y rock and roll estaba servido. Con un gesto de chulería ampliamente ensayado, proclamamos que las bibliotecas somos el nuevo rock and roll. Pero también le dimos cancha a géneros menos desafiantes en apariencia, haciendo una inmersión en el mundo pop a ritmo de ukelele; o a la psicodelia más visionaria gracias a nuestros experimentos con LSD . Tras el desparrame, vino el inevitable día de resaca; que combatimos a base de café bien cargado, y de literatura en formato XL.
Y no, no fue ninguna paranoia producida por los experimentos lisérgicos la que nos llevó a sostener, con fundamento, que la cadena Telecinco espía a este blog. Es más, estamos convencidos de que en breve, su próximo realitiy de supervivencia consistirá en lanzar a un grupo de ninis y chonis dentro de una biblioteca
Para sobrevivir tendrán que aprender a relacionarse con la cultura, a descubrir a los clásicos, e incluso a visionar cine del que antes se hubiera catalogado como de arte y ensayo. Una experiencia de supervivencia extrema que no nos perderíamos por nada del mundo, y en la que pueden terminar expurgándose, más que nominándose, unos a otros a tiro limpio.
De todo se aprende, así que en una biblioteca del siglo XXI no entendemos de placeres culpables, todo sirve para empoderarse (palabro feo donde los haya), y nosotros tuvimos claro que las bibliotecas dan poder. Y precisamente por declararnos bibliotecas sin mordaza, procuramos abordar el revuelto río político que ha recorrido (y sigue) este pasado año, pidiendo con determinación nuestro voto para el Partido Bibliotecario Progresista por la Cultura.
En el programa electoral soñado de esta formación, incluiríamos medidas que tenemos muy claras para acabar con todo aquello que no nos gusta. La violencia de género la erradicábamos con lo que aconsejábamos en el post Sé un hombre, y lee ; la homofobia preguntando abiertamente ¿es la BRMU una biblioteca gay friendly? ; los problemas del envejecimiento de la población reivindicando a los viejóvenes; los conflictos armados, cambiando bombas por bibliotecas; y sobre todo, incluiríamos algo que ha brillado por su ausencia en los debates: tomaríamos medidas urgentes para incrementar los índices de lectura, y de cultura en general, algo que particularmente en Murcia: nos daba ganas de llorar.
Pero lo que sirvió realmente para tomar el pulso del sentir general, y de lo sensibilizado que está el público con las cuestiones sociales a raíz de estos años de crisis, fue el post de Bibliotecas low cost, que supuso algo nunca visto hasta ahora en este blog, que nos volviéramos virales, y que tuviera eco hasta en la prensa escrita.
Como era de esperar el mundo digital volvió a centrar muchos de los asuntos abordados. Desde una biblioteca de memeces (sin ánimo de ofender); a Greta Garbo en los tiempos del Facebook; pasando por el delicado asunto de la privacidad en las redes sociales; o una pregunta cuya respuesta nos encantaría conocer: ¿sueñan los nativos digitales con libros en papel?
Una vez arreglado el mundo, nos pudimos dedicar con entusiasmo a cosas más gratificantes. Nuestra Pasarela BRMU ; concluyó tal y como empezó, por todo lo alto con un desfile final. Unos cuantos meses después cambiamos totalmente de mundo (¿o no?) con una nueva acción artístico-bibliotecaria, que reivindicaba la pasión por lo que te gusta de verdad, sin miedo alguno a que te tachen de Bibliofriki.
Y una vez relajados, nos pudimos balancear y refrescar gracias a la bibliohamaca y el chapuzón; dedicarnos al ocio más frívolo, pero no por ello insustancial, con Biblioteca frívola; y observar desde otras perspectivas nuestra tierra en la Murcia de cada uno.
Después de todo, viéndolo en lontananza, no parece que el 2015 haya sido un mal año. Nuestro deseo para el 2016, ya está más que formulado.