Según cuenta (algún) viejo del lugar, en tiempos de la II República, en la ciudad de Murcia: era costumbre proyectar películas en la Glorieta de España, durante los meses de verano.
Una noche especialmente ventosa, la sábana blanca que hacía las veces de pantalla, salió disparada de los soportes que la tensaban: justo en el instante en que Drácula (suponemos que Bela Lugosi, estamos hablando de antes de la Guerra Civil) desplegaba capa y colmillos ante un público entregado. Ni los más avanzados efectos especiales del Hollywood actual, serían capaces de conseguir el impacto en los espectadores, que una simple ráfaga de viento en el momento adecuado, alcanzó a conseguir entre nuestros antepasados.
Esta anécdota (fidedigna, o más o menos adornada, tanto nos da, nos negamos a que el rigor histórico nos estropee una historia tan buena) nos habla de otros tiempos, pero sobre todo nos sigue hablando de algo muy cercano, de cómo vivimos y habitamos nuestras ciudades.
La Glorieta de Murcia a principios del siglo XX |
La historia de una ciudad no está escrita sólo en sus monumentos e instituciones, la historia que viven de verdad sus habitantes a lo largo de los años también está escrita, y de forma más inmediata en sus plazas, locales, en sus comercios, bares o cines. Cada uno recuerda su vida asociada a nombres de determinados locales que comparte con sus contemporáneos, y esa historia íntima es una crónica que dice más de los habitantes de una ciudad, que todas las crónicas oficiales que se recogen en los libros.
Cuando hace unos años corrió la sospecha de que se iba a cerrar el cine Rex (el más emblemático de la ciudad de Murcia), hubo convocatorias para manifestarse ante las puertas del local. Por un momento, esa crónica privada y sentimental compartida por los habitantes de una ciudad se hizo visible, descubriendo una sociedad capaz de manifestarse cuando le tocan los afectos, porque de eso se trataba: de la defensa de unos afectos por un espacio público.
Hace tres años lamentábamos en este blog la posibilidad de cierre de Ficcciones (algo que afortunadamente tampoco sucedió); y hoy lamentamos que otro espacio que en sólo dos años tanto bien ha hecho por la cultura en Murcia, eche el cierre. Espacio Pático empezó como una web volcada a la cultura en general, para luego abandonar lo intangible y la virtualidad, y volverse contundentemente tangible en pleno centro de Murcia.
Fue el lugar donde lanzamos nuestra primera Bibliokupación; ha sido el ejemplo perfecto de esa iniciativa privada cultural que tan esencial está siendo en estos tiempos de recortes; y más que un espacio de cultura e interacciones, ha sido sobre todo un espacio de resistencia. En los últimos tiempos en nuestra ciudad, la cultura no institucional estaba desarrollando una serie de espacios que dan refugio a toda esa creatividad no estandarizada por parámetros estrictamente comerciales. Intentos de resistencia al imperialismo cultural que pretende uniformarnos los gustos, reductos contra el pensamiento único.
La Biblioteca Regional en la okupación que hizo de Espacio Pático el pasado junio |
Por eso, el cierre de Espacio Pático es la noticia cultural más triste que podíamos esperar al arrancar este 2016 para nuestra ciudad. Ojala que los encuentros que ha propiciado, los proyectos que ha hecho surgir y los contactos que ha permitido que sucedan, sirvan para que nuevas propuestas sigan estimulándonos en nuestro entorno más cercano. Y que las instituciones culturales oficiales, como la Biblioteca sin ir más lejos, sigamos inspirándonos y nutriéndonos de sangre creativa inquieta, como Bela Lugosi sobre la sábana de la Glorieta de nuestros abuelos.
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