Llucia Ramis ganó el premio Josep Pla de novela 2010 con Egosurfing. Una novela con un título oportuno, y un estupendo diseño de portada. Egosurfing, según la Wikipedia, consiste en la práctica de buscar el propio nombre en buscadores de Internet para localizar referencias, y así (si todo va bien) masajearnos un poco el ego.
La protagonista de la historia escribe libros de autoayuda, lo cual también resulta muy acertado para el retrato generacional que Ramis lleva a cabo. Si algo caracteriza por encima de todo, el momento que estamos viviendo, es la infinita capacidad que tiene esta época para empujarnos a mirarnos obsesivamente el ombligo.
Seguro que habrá alguna teoría sociológica, filosófica o psicológica: que argumente que en una economía de mercado feroz en la que el consumo se alimenta de nuestras inseguridades, anhelos y deseos (manipulándolos): sea inevitable que la apariencia de socialización que ofrecen las redes, se utilice para intentar reforzarnos frente a los demás, para valorizarnos inventando vidas paralelas, tal cual como hacen los famosos.
Panel perteneciente a la exposición itinerante de la BRMU: Esto no es un cómic |
En la década de los 60, cuando el desarrollismo favoreció el crecimiento de esa clase media que tan vapuleada se encuentra ahora; en más de un tebeo Bruguera, que tan certeramente retrataban al españolito de a pie: un chiste habitual en estas fechas veraniegas, era el de la familia que se encerraba en su piso, bajaba las persianas y vivía clandestinamente durante el mes de agosto, para así hacer pensar a los vecinos que ellos también se iban de vacaciones. Décadas después, el aparentar lo que no se es, o maquillarlo está más fácil que nunca gracias a Internet.
Antes incluso de volver de vacaciones o de viaje, ya es un hábito el subir fotografías de dónde nos encontramos para que todos nuestros contactos puedan comentarnos la envidia que sienten. Los creativos publicitarios han sabido desde siempre explotar con maestría o burdamente (pero casi siempre con buenos resultados) nuestras pulsiones más básicas; y así campañas publicitarias basadas en la envidia, hay miles.
"Envidia" anuncio de la marca de automóviles BMW |
Pero volviendo al ámbito digital, el vecindario que nos juzga ahora a través de las redes sociales es enorme y en muchos casos, anónimo; y sin embargo, casi nadie renuncia a estar presente en las redes. El refuerzo positivo de un Me gusta o un retweet, causa adicción; y de ahí a que algunos quieran rentabilizar nuestras aficiones-adicciones hay sólo un paso.
En el interesante artículo El enfermo virtual de Virginie Bueno, publicado en la edición española de Le Monde Diplomatique, se recorren los diferentes momentos por los que ha pasado la denominada adicción a Internet, a la hora de ser considerada como una patología catalogable dentro del, cada vez más voluminoso, DSM-5 (Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales). En los últimos tiempos, la denominada "Biblia de los psiquiatras" es cada vez más cuestionada, y lo que cuenta Virginie Bueno respecto a la inclusión o no de la adicción a las redes en el famoso vademécum, no parece que vaya a disipar las dudas que muchos profanos y especialistas plantean ya abiertamente sobre el DSM-5.
Ilustraciones de Jean Jullien sobre nuestras ciberadicciones |
Algunos de los argumentos que se esgrimen para considerar si la adicción a Internet se puede considerar algo patológico o no, se dirimen atendiendo al hecho de si las horas de navegación se dedican al trabajo o al ocio; si se da el segundo caso, el riesgo de trastorno mental se agudiza. Curioso, ¿no? Si producimos, por horas que le echemos, no estamos enfermos; pero si lo hacemos por ocio, puede que estemos enfermos.
Pero como estamos en verano, y en la mayoría de medios impresos proliferan test de las más diversas naturalezas como sinónimo de algo liviano, en este blog no vamos a ser menos. Puestos a echar el rato, vamos a por un test. El test de Orman o test de dependencia a Internet, se supone que mide el grado de ciberadicción que se sufre. Aquí traducimos algunas de las preguntas que conforman el test (el test completo para quien quiera autodiagnosticarse en este enlace):
- ¿Pasa más tiempo conectado a Internet, del que había pensado en un principio? (el internauta que conteste negativamente a esta pregunta, resultará sospechoso de ser más falso que Judas)
- ¿Le molesta limitar el tiempo que pasas conectado a Internet? (¡a la mesa!… ¡he dicho que a la mesa!!!!!…¡el día menos pensado corto el wifi y os vais a enterar!)
- ¿Le resulta difícil permanecer sin estar conectado por unos días? ("hotel de montaña con wifi", ¡Y una chufa!. Ahora mismo los hundo con un comentario en su web. Pero antes, a ver cuántos han compartido lo que puse antes de irme….¿nadie?, ¿por qué?, no lo comprendo, si era muy bueno. La próxima vez publico algo con gatos)
- ¿Existen áreas de Internet, sitios específicos, difíciles de evitar? (¿qué querrán insinuar con sitios difíciles de evitar??? Ejem, no entiendo esta pregunta, no sé a qué se refieren)
- ¿Tiene problemas para controlar el impulso de comprar productos o servicios relacionados con Internet? (en nuestro caso, si son libros, películas, cómics o música. Decididamente sí. Es una forma de justicia poética: usar lo digital para fomentar lo tangible)
Y echamos de menos una pregunta, las más vergonzante de todas, que no deberían haber olvidado incluir en este test: ¿Practica el egosurfing?
Si acaso fuera posible aplicar este test al blog de una biblioteca, tendríamos que reconocer ante esta última pregunta, que claro que sí. No podemos evitar ser vanidosos, y cualquier mención o enlace en web ajena a nuestra biblioteca, nos hace felices. Pero mientras seamos capaces de empatizar con la protagonista de este vídeo, y no con los que la rodean: no empezaremos a preocuparnos de verdad.