Escultura en papel de Thomas Wightman |
En Japón, uno de sus trenes bala está siendo rediseñado para transformarse en un museo de arte contemporáneo en movimiento. Mika Ninagawa, cineasta y fotógrafo, le está dando nueva forma inspirándose para ello en los fuegos artificiales. En su interior, esculturas, proyecciones y fotografías deleitarán a los pasajeros, que a partir de esta primavera, podrán efectuar un recorrido de unos 50 minutos: rodeados por arte.
La idea es buena se mire por donde se mire: por añadir placer estético al placer en sí de viajar en tren, por promocionar a artistas locales, y por otra razón que no sabemos si han contemplado, pero que nos parece la más acertada: la metáfora que supone de la época que estamos viviendo. Si el arte contemporáneo aspira a reflejar nuestro tiempo:¿qué mejor que exponerlo a más de 200 km/h? En cualquier caso será un buen asunto a tratar en nuestro centro de arte contemporáneo La Conservera, que acaba de reabrirse precisamente con la exposición Gramáticas de la temporalidad.
Sin cultura, el descarrilamiento está asegurado |
Que todo va cada vez más deprisa suena a expresión tipo marco incomparable que hay que intentar evitar; pero que Ninagawa haya elegido fuegos artificiales para decorar el exterior del tren bala por fuera, no puede resultar más ad hoc. Tal como los fuegos artificiales, que deslumbran un segundo para después olvidarse: no sólo el arte contemporáneo, sino todo en general, resulta cada vez más artificial, más efímero, y con fechas de caducidad que casi solapan el inicio con el final.
El tren bala diseñado por Ninagawa |
Esta pasada Navidad, una compañía de telefonía realizó un spot ambientado precisamente en un tren que resume a la perfección el espíritu de los tiempos. Reflexiones, así se titulaba, y no podemos dejar de pensar que los publicistas lo hicieron buscando la provocación de una manera irónica; al menos ese sería el argumento que más nos consolaría. La otra opción sería que tienen tan asumido cómo somos y pensamos, que ni siquiera fueron conscientes de estar planteando un panorama aparentemente inocente, pero con un trasfondo tan desolador.
Pero no queremos que esto parezca un ataque a los creativos publicitarios; todo lo contrario, es un agradecimiento por condensar en tan pocos segundos todo un discurso sobre nuestro tiempo. La publicidad se limita a reflejar los valores de una sociedad y de un momento concreto: por mucho que adopte formas innovadoras o ensaye discursos supuestamente novedosos: no busca mejorar el mundo lo único que pretende es la manipulación de nuestros deseos para vender. Y nadie en el siglo XXI, debería ser aún tan ingenuo como para no ser consciente del juego que establece con nuestros sentidos (tal vez, después de esto deberíamos contactar con Vodafone para ver si nos patrocinan el blog).
A nosotros los que nos despierta la conjunción fortuita del proyecto del tren bala cargado de arte, y la campaña de la compañía de telefonía: son las ganas de fundar bibliotecas en los trenes. Así evitaríamos que el tren de alta velocidad de las nuevas tecnologías nos dirigiera, como a la protagonista del anuncio, hacia el encefalograma plano.
El placer de conducir, el placer de viajar |
El maravilloso anuncio de una marca de coches cuyo eslogan era: ¿Te gusta conducir?, transmitía desde la más absoluta sencillez el placer de viajar. Y nada hay más placentero para un lector, que plantearse un viaje de largo recorrido en tren, sabiendo que tiene lectura a mano; levantar la vista de vez en cuando, y mirar el paisaje discurrir al otro lado de la ventanilla, y volver a sumergirte en la lectura (a ser posible en uno de los vagones silenciosos, sin móviles, ni niños que ha puesto en funcionamiento Renfe).
El tren de la película El viaje de Chihiro, el viaje más bello a la fantasía |
Si finalmente el AVE llega de verdad a Murcia para este año, desde aquí hacemos una petición: que venga cargado de libros (impresos o digitales, tanto da). El estímulo económico a largo plazo para nuestra Región, aseguramos desde nuestra docta opinión bibliotecaria, que será mucho mayor. No seríamos pioneros, en Chicago ya han convertido a algunos de sus trenes en bibliotecas ambulantes; y hasta en Irán, han dispuesto sus vagones de tren con códigos para poder descargarse lecturas digitales; por no hablar de los metros, en los que ya es todo un clásico.
Ya lo repetimos cual mantra en el eslogan de nuestro proyecto BibliOkupa: si el ciudadano no va a la biblioteca, la biblioteca va al ciudadano. Así pues ¿qué mejor que coger un tren para llevar la biblioteca a todos sitios? Por el momento, para cerrar, nos permitimos uno de los placeres que puede proporcionar un viaje sobre raíles: ver pasar el paisaje mientras oímos música. Aunque nuestra mente quede en blanco, no habrá peligro de encefalograma plano: si lo hacemos con un vídeo tan bueno como el que dirigió Michel Gondry para este tema de los Chemical Brothers, allá por los lejanos inicios del siglo XXI.
2 comentarios:
Precioso post!!!
A mi, personalmente me encantaría coger ese tren: lecturas, música, contemplando de vez en cuando el paisaje, despreocupados por no conducir, fotografías, etc.
En lo único que difiero es en la apreciación de excluir de ese ambiente proclive a la lectura, al recogimiento, a la observación a los niños. En mi opinión ante ese panorama, los niños estarían distraídos y sería una buena forma de educar y viajar, siempre y cuando estuviera adaptado a su edad y mentalidad.
Hay adultos más salvajes e insensibles que los niños.
No creo que sea cuestión de edad si no más bien de actitud.
Muchas gracias, aprovechar los viajes para leer es multiplicar el placer del viaje. Lo de los vagones libres de móviles y niños, es una oferta que ha implantado Renfe en algunos vagones. Excluir a los niños de la lectura nunca, pero favorecer el acto de la lectura tranquilo en una parte de los trenes, no nos parece ninguna mala idea. En la Biblioteca mismo tenemos la sección para niños separada del resto: precisamente porque sus necesidades son diferentes a la de los adultos, y así se puede responder a las necesidades de todos.
Pero los niños no son ningún problema nunca. Cuando un niño resulta molesto en cualquier espacio público no es culpa del niño; siempre es culpa de los adultos que tiene que educarlo a respetar a los demás, sin que por ello dejen de ser niños.
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