¿Qué fue de Baby Jane? o la vejez terrorífica de una niña prodigio |
Que nadie se tome al pie de la letra la apropiación que del título de la novela de Cormac McCarthy hacemos en el nombre de este post. En esta biblioteca, y en cualquiera que se merezca tal nombre: recibimos a todos, y no entendemos en qué consiste eso del ageism (discriminación por edad).
Ya nos
proclamamos orgullosamente viejóvenes hace unos meses, pero la razón del título
viene a cuento de algo que nos dijo hace unos días un tierno escolar de unos 7 años que formaba parte de una de las visitas de colegios que recibimos cada
día. Mientras nuestra compañera se esforzaba por insuflarle algo de ilusión por
las bibliotecas a las nuevas generaciones; el rubicundo infante hizo gala de
esa desarmante displicencia infantil de prepúber, que siempre te hace recordar
a Damien, el niño protagonista de La profecía, y le preguntó/atacó:
, refiriéndose a los libros que copan nuestras estanterías. Lo de Serrat con lo de "niño, deja ya de joder con la pelota" se quedó muy corto con los pensamientos que pasaron por un segundo por la mente de nuestra compañera. Pero profesional que es ella, se recompuso, y con fingidísima comprensión le dijo que claro que sí, que venían muchos niños como él, y se llevaban libros, películas, música…
Lo más seguro es que simplemente el niño estuviera ensayando con su capacidad para reventar a los adultos; y su pulla a cuenta de nuestra obsolescencia, no fuera más que una bravuconada de preadolescente despreciando lo que le precede ("siempre hay alguien más joven y hambriento bajando las escaleras detrás de ti" que decían en ese clásico cinematográfico cargado de filosofía que era Showgirls); pero independientemente de lo que fuera, no deja de resultar triste. No por nosotros, ni por los libros: sino por él.
Que un niño califique a un libro como una cosa vieja, quiere decir que no está acostumbrado a que le regalen libros, o a que sus padres lean, o le arropasen en la cama contándole un cuento. Puede que se trate de un nativo digital puro, y sin una pantalla de por medio no entienda el mundo.
Pero dejemos en paz al pobre chiquillo, que no hizo otra cosa que algo propio de su edad: desmontar la condescendencia con que muchas veces tratamos a esos locos bajitos, con una simple pregunta. En un mundo en el que arrasan los programas de televisión en los que los niños se comportan como adultos, y los propios adultos los jalean, no es extraño que los pobres estén un tanto confusos.
Como decía un reciente artículo publicado en MG Magazine: "la edad del famoseo llega cada vez antes. Ahora se entiende que los niños con éxito son los que aprenden a ser adultos antes de tiempo".
¿El fin de la infancia protegida?, es el título de este artículo que describe un panorama bastante preocupante. Los tiempos van rápidos para todos, hay que quemar etapas a la velocidad del byte, y la infancia en vez de ser el paraíso perdido, parece un mero trámite camino de convertir al niño en otro sujeto productivo; en un mundo que no entiende de paraísos que no sean artificiales.
Tras el boom de versiones infantiles de competiciones televisivas en los que ya se va educando a los niños en el exhibicionismo sentimental, y en la competitividad que exige la sociedad del espectáculo; cabe preguntarse para cuándo una versión kids de Gran Hermano, o de Supervivientes. En este caso,tendría referentes literarios de prestigio en los que sustentarse: El señor de las moscas. ¡Qué resalaos y graciosos que serían esos niños luchando por el poder en un isla!, la de valiosas lecciones que conseguirían de cara a su vida adulta.
"¿y la
gente sigue usando todas estas cosas viejas?”
, refiriéndose a los libros que copan nuestras estanterías. Lo de Serrat con lo de "niño, deja ya de joder con la pelota" se quedó muy corto con los pensamientos que pasaron por un segundo por la mente de nuestra compañera. Pero profesional que es ella, se recompuso, y con fingidísima comprensión le dijo que claro que sí, que venían muchos niños como él, y se llevaban libros, películas, música…
La célebre "niña del desastre" que ha protagonizado miles de memes. Una foto 100% real, sin montaje alguno que ha dado la vuelta al mundo |
Lo más seguro es que simplemente el niño estuviera ensayando con su capacidad para reventar a los adultos; y su pulla a cuenta de nuestra obsolescencia, no fuera más que una bravuconada de preadolescente despreciando lo que le precede ("siempre hay alguien más joven y hambriento bajando las escaleras detrás de ti" que decían en ese clásico cinematográfico cargado de filosofía que era Showgirls); pero independientemente de lo que fuera, no deja de resultar triste. No por nosotros, ni por los libros: sino por él.
Que un niño califique a un libro como una cosa vieja, quiere decir que no está acostumbrado a que le regalen libros, o a que sus padres lean, o le arropasen en la cama contándole un cuento. Puede que se trate de un nativo digital puro, y sin una pantalla de por medio no entienda el mundo.
Pero dejemos en paz al pobre chiquillo, que no hizo otra cosa que algo propio de su edad: desmontar la condescendencia con que muchas veces tratamos a esos locos bajitos, con una simple pregunta. En un mundo en el que arrasan los programas de televisión en los que los niños se comportan como adultos, y los propios adultos los jalean, no es extraño que los pobres estén un tanto confusos.
Como decía un reciente artículo publicado en MG Magazine: "la edad del famoseo llega cada vez antes. Ahora se entiende que los niños con éxito son los que aprenden a ser adultos antes de tiempo".
¿El fin de la infancia protegida?, es el título de este artículo que describe un panorama bastante preocupante. Los tiempos van rápidos para todos, hay que quemar etapas a la velocidad del byte, y la infancia en vez de ser el paraíso perdido, parece un mero trámite camino de convertir al niño en otro sujeto productivo; en un mundo que no entiende de paraísos que no sean artificiales.
Tras el boom de versiones infantiles de competiciones televisivas en los que ya se va educando a los niños en el exhibicionismo sentimental, y en la competitividad que exige la sociedad del espectáculo; cabe preguntarse para cuándo una versión kids de Gran Hermano, o de Supervivientes. En este caso,tendría referentes literarios de prestigio en los que sustentarse: El señor de las moscas. ¡Qué resalaos y graciosos que serían esos niños luchando por el poder en un isla!, la de valiosas lecciones que conseguirían de cara a su vida adulta.
Pero no nos va el catastrofismo, niños prodigio han existido siempre, y algunos han conseguido desarrollar estupendamente su vida posterior (aunque la actriz y cantante Ana Belén, siempre ha manifestado que se alegraba mucho del fracaso de la película que la iba a lanzar al estrellato: Zampo y yo, lo cual le permitió desarrollarse como artista y persona sin las presiones de la fama). Pero con este panorama, ¿cómo se puede seguir atrayendo a las bibliotecas y a los libros a los niños hiperestimulados que potencian los medios? Pues hagamos como hacen los adultos, apelemos a lo que más se cotiza en la actualidad: el cultivo del ego y el narcisismo.
El niño que perdió su nombre, es un cuento cuya publicidad dice que se ha vendido en 160 países. No es que su trama lo haga único y maravilloso, es simplemente que gracias a los últimos avances tecnológicos: es posible personalizar el libro para cada niño. Libros que se podían personalizar mediante pegatinas, o con espacios en blanco para completar, han existido siempre. Pero con este cuento la novedad es que para comprarlo hay que entrar en la web, e ir rellenando datos sobre el niño en cuestión: edad, sexo, color del pelo, dirección, localidad… vamos todo lo que consiguen los buscadores de los adultos gracias a las mil gestiones que hacemos en la Red, pero desde la más tierna infancia. Vamos a facilitarle el trabajo a la CIA, que seguro que también tendrán recortes de personal.
Una vez introducidos todos los datos, un software personaliza el libro que ya está listo para ser enviado, previo pago, al niño en cuestión. Hay opiniones para todos los gustos: desde los que glosan las virtudes de esta personalización como una manera de atraer a los niños a la lectura, hasta los que se muestran suspicaces ante el peligro de fomentar que los niños se crean el centro del universo desde bien pequeños.
Y mientras los niños se digitalizan, los ya más que digitalizados adultos regresan a lo manual. En la biblioteca de Greenport, en los Estados Unidos, se oferta una actividad para adultos que consiste en reunirse para colorear libros. La moda de los libros para colorear dirigidos a ejecutivos, y demás adultos estresados, no para de crecer; y en dicha biblioteca han decidido potenciarlo haciendo que se puedan reunir en la biblioteca para colorear plácidamente.
Puede que sean las exigencias de este mundo hipermediático: a los niños se les empuja a comportarse como adultos; mientras que los adultos quieren volver a ser niños. La vida, como cantaba la niña prodigio por excelencia: sigue siendo una tómbola para todos.
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