jueves, 23 de octubre de 2014

Con una tablet bajo el brazo




Nativos digitales, emigrantes digitales, ciberricos, ciberpobres. Los conceptos que ha dado de sí la revolución tecnológica que estamos viviendo, parecieran empeñados en crear separaciones, más que ese espacio común de la red de redes. En realidad, lo único que subyace a tanta categoría, es la ansiedad por no quedarse fuera, por no dejar que los tiempos pasen sobre nosotros como una apisonadora.

Uno de los temas mas repetidos ha sido el de la brecha generacional que separa a los nacidos digitales de los nacidos analógicos, casi siempre destacando la prodigiosa destreza de los jóvenes. De esta cultura global en la que nos movemos, que lleva desde la década de los 50 del pasado siglo, glorificando a la juventud: no cabía esperar otra cosa. Pero no sabemos si alguien ha señalado en algún sitio las ventajas de lo que están entre los 40-50 años, y que nacieron analógicos, pero se han puesto las pilas más o menos en la era digital.

En esa franja de edad, la perspectiva que da el
haber vivido en ambos mundos, puede ser un arma de lo más poderosa, siempre que no se pierdan las habilidades adquiridas previamente a la eclosión digital. Saber surfear habilidosamente por la red, y al tiempo tener la capacidad de un razonamiento de más largo recorrido, sin la obligada inmediatez y volatilidad de la lógica binaria. El ser una generación bisagra puede tener múltiples ventajas (¿se nota en que franja de edad se sitúa la mayoría de la plantilla de la BRMU?, ¿no?)

La Academia de Pediatría Norteamericana no trata estos asuntos, pero acaba de  hacer unas recomendaciones que algo tienen que ver. Por supuesto, siguen aconsejando a los padres que lean a los bebés desde su nacimiento. Pero ahora además, la prestigiosa institución recomienda que se evite a los niños menores de 2 años ningún tipo de contacto con pantallas, y como máximo dos horas, a los que superen dicha edad.

Las prevenciones a que los niños aprendan a leer en digital son varias. Según algunos estudios, la lectura en digital puede socavar la dinámica que impulsa el desarrollo del lenguaje. Los padres que leen a sus hijos en digital pasan más tiempo centrándose en el propio dispositivo que en la historia; mientras que los progenitores que siguen leyéndoles en analógico establecen más diálogos con los niños. Del otro lado están lógicamente, los editores de libros electrónicos, que destacan que la interactividad  es una ventaja educativa. ¿A quién creer?

El efecto Baby Einstein, así llamado por la popular serie de vídeos educativos infantiles, provocó todo un revuelo en 2009, al ser acusados de resultar negativos a la hora de desarrollar el lenguaje en los niños. Tanto es así, que la compañía Walt Disney, tuvo que reembolsar el dinero a los padres que habían comprado los vídeos, ante la amenaza de una denuncia colectiva.



En el fondo de toda la cuestión, como dice un responsable de la Asociación Nacional para la Educación Infantil de los Estados Unidos: la mayor amenaza de los libros digitales, es que los padres abdiquen de su responsabilidad educativa. Y que los libros digitales se conviertan en la niñera de las nuevas generaciones, como antes lo fue la televisión.

El tema promete mucho más debate, pero de momento nos quedaremos con este divertido vídeo de unos niños enfrentados a la edad de piedra digital.




Fuente: New York Times

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Estoy encantada de poder reconocerme como generación visagra. No se puede expresar mejor como nos sentimos. Entre la ansiedad por no quedarnos atrás y la nostalgia de lo analógico. Entre el placer de leer pasando las páginas y el navegar por una pantalla. Entre la conveniencia de educar a nuestros hijos con lo palpable y o quizá con lo virtual.

Así estamos, entre dos aguas, sin miedo a quedar ahogadas por la confusión de los formatos.

Enhorabuena un bonito e interesante post.

silenus dijo...

Creo que se debería retrasar un poco el contacto de los niñ@s con la tecnología, por lo menos hasta que hayan experimentado un poco con el mundo "real". Para que una vez "sumergidos" en la era digital puedan ser más críticos con la tecnología que consumen.