lunes, 13 de octubre de 2014

Silencio

Logo de Silencio Productora de Radio Televisión, propiedad de Jesús Quintero

Hay mucha literatura (y alguna muy mala) sobre el acto de leer. Las buenas intenciones a la hora de hacer proselitismo sobre las virtudes de la lectura, suelen ser como mantras que repiten los ya conversos a otros conversos. "El verbo leer, como el verbo amar, o el verbo soñar, no soporta el modo imperativo" que dijo Borges. Por eso, cuando más se empecina uno en convencer al que no lee de que leer es maravilloso, más se predica en el desierto

Es mejor dar cuenta de iniciativas que convierten el acto de leer en algo distinto a lo que presuponen esos no lectores, y si hay algo que puede sorprenderles es que se convierta en un acto social. Sí, de acuerdo, están los clubes de lectura, o las lecturas públicas, pero es que no se trata de eso, se trata de estar juntos para hacer algo que no precisa de compañía. Y he aquí la originalidad del Silent Reading Party.

Estas fiestas silenciosas, consisten en reunirse en cafeterías y bares, para leer en grupo, en silencio. Incluso en Nueva Zelanda, van un paso más allá y a través del Slow Reading Club, quedan para leer y hacerlo despacio, en una burbuja de tranquilidad. Una manera de resistirse al ritmo que nos quieren marcar las nuevas tecnologías, y el vértigo de los tiempos.

La voz de la luna de Fellini, según Milo Manara
Ya hemos citado esta frase alguna vez, pero volvemos a recuperarla: “creo que si todos guardáramos un poco de silencio podríamos comprender cualquier cosa”, que decía Roberto Benigni encarnando al protagonista de La voz de la luna de Fellini. Y por eso es importante que preservemos pese a todo el silencio en determinados espacios de la biblioteca. Le da un cierto aire sagrado, ceremonial, que cada vez es más difícil encontrar fuera de las iglesias, y a veces ni en ellas. Tal vez así, a los artífices de las fiestas silenciosas de lectura, les daría por incluir a las bibliotecas junto con los bares y cafeterías como lugares para sus encuentros.

Ya se lo preguntaba León Felipe allá por los años 40 del siglo XX: ¿Por qué habla tan alto el español?Este tono levantado del español es un defecto, viejo ya, de raza. Viejo e incurable. Es una enfermedad crónica.” Felipe, encontraba la explicación rastreando en nuestra historia. Y no le faltaba razón, pero bien estrenado el nuevo siglo, seguimos igual, vociferando sin pensar mucho si se molesta.

Que nos lo digan a nosotros, cuando algunos sábados se nos desmanda en exceso la chiquillería que acude a las actividades. Hasta habíamos pensado en contratar a un mimo que sobre un pedestal recibiera a los niños con el dedo índice sobre los labios (para diversión de algunos, y grima de otros), a ver si así concienciábamos a niños, y sobre todo a algunos padres. Mimo mi biblioteca se podría llamar el invento, y así también aprovechábamos para fomentar el civismo en el cuidado de los libros y las instalaciones de la biblioteca. De momento no vamos a hacerlo, pero ahí está la idea (así, si alguien lo hace, al menos podremos decir que fue nuestra).

Pero volviendo al poder del silencio, desde la misma psicología, algunos especialistas defienden las virtudes que puede tener el silencio en la comunicación humana. Uma Thurman se lo dejaba muy claro a John Travolta en una célebre conversación típicamente tarantiniana en Pulp Fiction:
- ¿No los odias?
- ¿El qué?
- Estos incómodos silencios. ¿Por qué creemos que es necesario decir gilipolleces para estar cómodos?
- No lo sé, es una buena pregunta.
- Entonces sabes que has dado con una persona especial. Puedes estar callado durante un puto minuto y compartir el silencio. 



El periodista Jesús Quintero, ha convertido en estilo propio el uso de los silencios en sus entrevistas, primero en la radio, y después en la televisión. 

Y hasta en la literatura, donde difícilmente se puede representar el silencio, Vila-Matas, planteó toda una disquisición sobre el poder del silencio como respuesta literaria a través del síndrome de Bartleby (“la pulsión negativa o la atracción por la nada que hace que ciertos creadores, aun teniendo una conciencia literaria muy exigente […] no lleguen a escribir nunca […] o renuncien a la escritura"). El silencio como una manera de constatar la impotencia de las palabras para transmitir lo que se siente, lo que se piensa, lo que se quiere expresar pero a lo que nunca alcanza el lenguaje escrito.

Ante esta constatación de Vila-Matas en su novela Bartleby y compañía, y antes de que alguien nos espete lo que Juan Carlos I a Hugo Chávez; vamos a callarnos de una vez, y a disfrutar del silencio como nos proponían los Depeche Mode.



2 comentarios:

Anónimo dijo...

El poder de la palabra versus el poder del silencio. Se podría escribir todo un tratado y nos quedaríamos cortos.

Me parece bien que se reivindique el silencio como expresión, como espacio con autonomía propia, como derecho.

De todas formas este POST NO ES PARA QUEDARSE EN SILENCIO, pues si que hay una palabra que lo pueda definir que es precioso.

El blog de la BRMU dijo...

Pues bajando la voz para que no nos chisten, sólo decirte que muchas gracias. Está claro que no somos mucho de quedarnos en silencio, y aunque lo reivindiquemos en momentos puntuales, lo que más nos gusta es hacer ruido. Eso sí sin molestar a nadie.