martes, 18 de noviembre de 2014

A vueltas con el postureo

Muñeco de papel de Ernest Hemingway para vestir

El término postureo anda algún tiempo de moda. Y como siempre, pareciera que viene a describir una realidad que hubiera surgido al aire de los nuevos tiempos, pero nada más lejos de la verdad.

El querer aparentar (que no es otra cosa lo que significa el palabro en cuestión) ha existido desde siempre. De hecho, es una de las primeras herramientas para desenvolverse en sociedad. Hasta los animales lo hacen (que rezaba el clásico de Cole Porter: Let's do it): se camuflan, se disfrazan para sobrevivir. Y algo parecido pueden hacer ahora los aspirantes a estrellas literarias con aplicaciones como "el editor de textos al estilo Hemingway". El invento de los hermanos Ben y Adam Largo permite introducir un texto en línea, y éste será tratado por la aplicación modificándolo para asemejarlo lo más posible al estilo de Ernest Hemingway.

La aplicación, que se puede probar aquí, no deja de ser un juego, pero ejemplifica a la perfección la frase de Eugenio d'Ors de que lo que no es tradición es plagio. Si en el pasado los impostores fueran literarios, o de otros ámbitos, lo tenían más o menos fácil dado el grado de credulidad que aún conservábamos ante el discurso de los medios; en la actualidad, cuando nos creemos curados de espanto, y el escepticismo nos recubre como una segunda piel: son las nuevas tecnologías las que se alían con la impostura.


Elmyr de Hory , el mítico falsificador de obras de arte que retrató Orson Welles en su película Fraude, resulta un romántico a la luz de falsificaciones en cadena que promueve nuestro tiempo. No han pasado ni dos temporadas de la última moda (sea literaria, musical o de cualquier otra disciplina) cuando surge otra figura que remeda lo anterior, y se beneficia de la desmemoria que provoca este acelerador de partículas que es Internet. Como sostenía Hory: "en el arte no existe nada aislado, nadie ha inventado por completo nada. Lo que importa es que sean buenos, que respondan al prestigio de su autor, y no el que sean auténticos"

La falsa Marilyn resucitada por Dior para anunciar su perfume

En el mundo de la moda y las marcas, que tan protagonista es, y seguirá siendo, durante los próximos meses en nuestra biblioteca: algunas grandes casas de moda hacen la vista gorda respecto de las falsificaciones. El deseo de las masas por ellas, les compensa de las pérdidas que puedan ocasionarles.

En la acelerada civilización del espectáculo (de la que habla Vargas Llosa) la memoria es de lo más frágil, y la copia de la copia alcanza el paroxismo. Pero como decíamos, el postureo, la falsificación ha existido mucho antes de que a todos nos arrastrase la avalancha digital. Figuras como la del falso superviviente de los nazis Enric Marco, ha dado lugar a una novela a la que le tenemos muchas ganas: El impostor de Javier Cercas, que no por casualidad, se presentará el próximo 11 de diciembre en nuestra biblioteca.

Cercas en una de las entrevistas que está concediendo a raíz de la publicación del libro ha dicho que: "la vida inventada de Enric Marco es la metáfora de nuestro país"" y viendo el ejemplo del más reciente "pequeño Nicolás", no podemos más que darle la razón.

En Llamada en espera hablamos de un algoritmo para fabricar best sellers infalibles, si unimos esto al editor de estilo a lo Hemingway, la escritura mecánica que preconizaban los surrealistas adquiriría un sentido muy distinto, y el imperio del pastiche terminaría por arrasar. Y como en Llamada en espera clausurábamos con alguien tan alejada del postureo como Sharon Jones, volvemos a ella y a su tema Retreat (Retiro). La intérprete de soul se sacude rotunda un ejército de impostores, que como lobos hambrientos acechan cualquier resquicio de la poca ingenuidad que nos van dejando.


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