En Blade Runner (se nota que estamos inmersos en Bibliofriki), el personaje interpretado por Sean Young, tras descubrir que es una replicante, y que por tanto todos los recuerdos que creía suyos, no eran más que recuerdos falsos inducidos; repasa las fotografías de los que hasta entonces había creído su familia, en una de las escenas más tristes y bellas que ha dado el cine
Sean Young como Rachael inmortalizada en una polaroid, durante el rodaje de Blade Runner |
Se trata de una colección de 53 instantáneas fechadas entre 1920 y 1930; en ellas aparecen diversos miembros de una familia sin identificar, posiblemente de Murcia o Cartagena; y en las que se han reconocido lugares, pero no pistas sobre la identidad de la familia en cuestión.
El Faro de Navidad del puerto de Cartagena, el equipo de fútbol Athlétic Club de Murcia en La Condomina, o una tumba con el nombre un joven llamado José García: son algunas de los indicios que pueden servir de orientación.
Obsérvalas con detenimiento, y si reconoces a alguien, por favor comunícalo a la dirección: archivo.general@carm.es. Y en caso de no reconocer a nadie, no importa, disfrútalas igual, no hay ni rastro del morbo malsano con el que los medios de hoy día asaltan la intimidad: sólo una suerte de justicia poética, por la que, gracias a lo digital, rescatamos del olvido las vidas de unos paisanos.
Si Rachael, la replicante de Blade Runner, buscaba en las fotografías recuerdos a los que aferrarse; nosotros también podemos jugar a rastrear algo familiar en estos desconocidos; que probablemente, más de una vez se cruzaron con nuestros propios antepasados por las calles de la Murcia de entonces; si es que acaso no llegaron a conocerlos y a tratarlos.
En la era de Instagram, convertida la fotografía prácticamente en un tic (que no un clic) sin trascedencia: estas instantáneas acrecientan su valor de documentos únicos y exclusivos.
Es una historia que nos ha recordado inevitablemente a los Modlin; la familia norteamericana afincada en Madrid en los años 70, y cuyo álbum familiar de fotografías fue rescatado in extremis de un contenedor por el fotógrafo Paco Gómez.
Ese hallazgo fortuito ha dado lugar a un documental, un libro y numerosos artículos que reconstruyen la historia de esta familia al borde del olvido.
Sus vidas, para quienes no las conozcan, no pueden resultar más alucinantes. En el año 2003, Paco Gómez, uno de los fundadores del colectivo NOPHOTO, vivía en el barrio de Malasaña, y unas calles más allá de su vivienda: encuentra en un contenedor, las posesiones tiradas a la basura de una familia, cuyo último miembro había fallecido recientemente: alcoholizado y abandonado en su domicilio.
Retrato de familia de los Modlin |
Se trataba de Elmer Modlin, actor de reparto en Hollywood cuyo papel más significativo fue un personaje secundario como adorador del Maligno en el clásico: La semilla del diablo de Polanski; y que una vez en España, se convertiría en habitual en películas típicas de la época del destape.
Su mujer, Margaret Modlin, pintora y escultora, estaba obsesionada en alcanzar la fama como "la mejor pintora del Apocalipsis de todos los tiempos". Fascinada con Franco, cerraba balcones y ventanas, para pintar compulsivamente con luz artificial; y su hijo Nelson (modelo, actor y locutor de radio) terminó por huir del sofocante hogar familiar en Malasaña, e intentar construirse una identidad propia, fuera del ideal que su madre había diseñado para él.
Dejó atrás años de aislamiento enfermizo en su domicilio de la calle del Pez, en el que la madre fotografiaba continuamente a padre e hijo, en representaciones de lo que luego serían sus pinturas. Un ambiente malsano y claustrofóbico que tan propio sería de una película de Polanski; pero que ha sido el fotógrafo Paco Gómez, el elegido (quién sabe por qué o quién) para rescatarlo y narrarlo.
No esperamos descubrir una historia tan fascinante entre las fotografías de esa familia murciana anónima; pero seguro que si consiguiéramos más información, también habrían detalles que nos sorprenderían. Curiosidades o anécdotas que tal vez hicieran que en la próxima comida familiar, al escuchar al abuelo arrancarse otra vez con sus recuerdos: prestáramos algo más de atención. ¿Quién sabe?, igual en un descuido, se le escapa algún secreto del pasado que nos aclara muchas cosas sobre nosotros.
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