lunes, 14 de abril de 2014

Vivir por delegación


En la película de 1992 de Robert Altman: El juego de Hollywood, Tim Robbins encarna a un engreído y pagado de sí mismo ejecutivo de un gran estudio hollywoodense.

El ejecutivo, acostumbrado a impresionar con su aire de Master of the Universe, se topa con una pintora interpretada por Greta Scacchi, que lo descoloca al decirle que a ella no le interesa el cine, ni ve cine: que la vida es demasiado interesante para vivirla delegando en ficciones hollywoodenses.

Una contundente réplica que sonaba perfectamente válida en su momento, pero que resulta aún más idónea en nuestros días. Cuando cada vez más peatones, arriesgan su integridad física (y la de los demás) caminando absortos en las pantallas de sus teléfonos móviles, incapaces de abandonar esa otra vida virtual en la que cada vez pasan más tiempo.

Y ahora ha surgido una web que probablemente encantaría al personaje de la pintora, si es que acaso ella perdería el tiempo con Internet. Se trata de una página que te calcula el tiempo de vida que has perdido viendo series de televisión.
 
Como bien dicen, según como se mire, se puede calcular el tiempo de vida que has invertido, o que has perdido. Para algunos, el final de Perdidos, valga la redundancia, hizo que el tiempo invertido en la serie fuera algo definitivamente perdido. Pero sin necesidad de ponernos proustianos (entre otras cosas porque leerse los siete volúmenes de En busca del tiempo perdido, nunca, nunca es una pérdida de tiempo), lo cierto es que pese a comprender a la pintora, ver series o películas, a muchos nos hace vivir aún más.

Salvo que tu vida sea tan apasionante y repleta de experiencias interesantes que no te hagan falta suplementos, gran parte de nuestra educación sentimental está conformada por las ficciones que hemos visto en pantallas. Y a las bibliotecas estas historias, llevan unos cuantos años haciéndonos mucho bien.

Ya en un artículo de Biblogtecarios se enumeraban algunas de las razones por las que las series pueden ser grandes aliadas en el fomento de la lectura en las bibliotecas.

En nuestra biblioteca lo sabemos bien, la demanda de
las series de televisión es uno de los grandes atractivos de nuestra sección de Mediateca. La ventaja de llevarse a casa temporadas completas de nuestra serie favorita, es un aliciente para acudir a la rica colección de la que disponemos.

Y a raíz de ello, hemos recibido solicitudes para adquirir obras tales como: Los Soprano y la filosofía: mato luego, existo, o Breaking bad: 530 gramos para serieadictos no rehabilitados. Desde luego, las series de los 80 que engallan este post desde las portadas de la veterana TP, no daban para tales ensayos filosóficos.

La que no se ha estrenado en España, ni creemos que se estrene (para nuestro pesar) es una serie australiana titulada The librarians (Los bibliotecarios).

La trama prometía: la protagonista Frances O’Brien es una bibliotecaria devotamente católica y racista que ve su mundo desmoronarse cuando su ex amiga Christine, traficante de drogas, es contratada como bibliotecaria infantil. Las peripecias de la atribulada Frances para organizar la Semana del libro, se entrecruzan con las situaciones que trabajadores y usuarios van generando.

No nos consta si la serie es buena o mala, pero desde luego nos encantaría poder comprobarlo, pese a que lo leído sobre la trama parezca redundar un tanto en los estereotipos bibliotecarios más tópicos; pero que bien llevados, tan divertidos pueden resultar.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

La vida a veces nos apabulla. No hay tiempo para nada.....

A mi me encanta perder el tiempo en pasear, en leer,en escuchar música, en charlar con los amigos, en jugar con los peques de la casa, etc. Pero no en en fregar los platos, ni ver series estúpidas, ni partidos de futbol ni tampoco ver el gran hermano, ni mucho menos estar pendiente del último wasap o sms eso más que perder el tiempo es perderse por el tiempo.

El blog de la BRMU dijo...

Ahora más que nunca tenemos que aprender a administrar nuestro tiempo de ocio, para que sea realmente eso: hacer lo que nos dé la gana, y disfrutarlo. No terminar esclavizados de tanto canto de sirena tecnológico.