Como cada julio, nuestro bibliobúses han iniciado su campaña de verano. Los verdaderos pioneros en eso de la BibliOkupación de espacios urbanos, ya están recorriendo playas, y prestando a diestro y siniestro a pie de chiringuito.
Que las bibliotecas no son de fiar no lo vamos a descubrir aquí, aprovechamos la relajación estival y la atención despistada de la población mientras disfruta sus vacaciones, para intentar meterles la cultura de las formas más sibilinas. Si hay un hábito irrefrenable en cualquiera que esté de vacaciones, sea en la playa, en el campo o en la montaña: es la de tumbarse a la bartola. La imagen por antonomasia para representar las vacaciones: es la de una hamaca. Y en Francia, dos estudiantes de diseño en Artes decorativas en París, han desarrollado el no va más en esto de inducir a la lectura en vacaciones: la Bibliohamaca (traducción más que libre que hemos hecho de su nombre original).
No hay más que ver las fotos para entender en qué consiste el invento. Amandine Lagut junto con su compañera Charlotte Thon, consiguieron fabricar su prototipo gracias a una campaña de crowfunding. El verdadero diseño primigenio de Lagut y Thon, es la Cheminambule, y consiste en un puesto ambulante que se desplaza a pedales, y con el que, en un momento, se puede montar un agradable merendero para barbacoas o parrilladas, en cualquier plaza o espacio urbano. Pero la adaptación que más nos gusta de esta idea es la Bibliambule; en vez de un puesto de venta de comidas ambulante, una biblioteca ambulante que al abrirse despliega un total de 7 hamacas en las que tumbarse relajadamente a leer.
El invento ha tenido tal acogida, que algunas ciudades ya están encargando su Bibliambule, como prolongación de sus servicios de lectura. Como explican sus artífices, era una manera de hacer llegar la lectura de una forma divertida y ágil a poblaciones que en muchas ocasiones no son muy dadas a leer.
En Murcia con las temperaturas que gozamos la mayor parte del año (excluyendo el abrasador verano), la BRMU debería plantearse sumar a su flotilla de bibliobúses, unos cuantas Bibliohamacas. Los bibliotecarios conseguiríamos unas piernas estupendas para lucir en bañador; y nuestras plazas y calles estarían de lo más divertidas y lectoras.
Tipos de bibliotecas móviles hay muchos, y de los más peregrinos (Biblioburros en Colombia, Bibliodromedarios en Mongolia, las Biciclotecas en Brasil, los Biblioisocarros en la India, etc…), pero para completar la hamaca con el chapuzón posterior, optamos por la Biblioteca flotante de Minnesota (Estados Unidos). Con horarios establecidos y préstamo de libros, en mitad del lago Silver, es posible acercarse en kayak, canoas, patines o barcas, hasta la refrescante Biblioteca flotante. Como bien especifica en su normativa: se puede ir nadando hasta la Biblioteca, pero no se aconseja por las corrientes del lago, y porque una vez allí, no se dejará subir a los nadadores. Pese a ello, si algún valiente se atreve, no hay problema: los libros llevan fundas impermeables.
Queda claro tras revisar tales inventos, que por tierra, mar o aire, las bibliotecas no cejan en su empeño por fomentar la cultura. Así pues, mezámonos relajados en la hamaca al rico son de un cálido tema, por ejemplo de Caloncho, y disfrutemos mientras tanto de una buena lectura.
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