En el mundo de la música pop llega un momento en la carrera de todo grupo o cantante (siempre que no haya sido prefabricado por la industria) en el que tiene que tomar una decisión: seguir siendo minoritario y conservar su aura de íntegro artísticamente según el cliché de lo alternativo, o atender los cantos de sirena de las multinacionales que le prometen una carrera directa al estrellato de masas.
La cada vez más frágil e irrelevante línea entre lo indie y lo mainstream |
A las bibliotecas esa disyuntiva no se les da: o naces estrella o naces humilde, y ríete tú de la sociedad de castas de la India si pretendes ir a más, salvo que sea en la consideración de tus usuarios, gracias al trabajo del día a día de los profesionales que las regentan. Estas cosas no pasan en cambio con unas viejas amigas nuestras: las pequeñas biblioteca libres.
Ellas que nacieron en los suburbios, se podría decir que hasta en el underground, que basaban su existencia en el DIY (Do It Yourself, el "háztelo tú mismo"), que desafiaron ordenanzas municipales en plan okupas para invadir vecindarios, y se enfrentaron al establishment aburguesado de los gnomos de jardín: ahora se ven tentadas por el demonio de lo mainstream (agobio de anglicismos, oye).
Dos princesas Leia acudiendo a su pequeña biblioteca libre más cercana |
Si es que lo de llevar ese libre en el nombre fue una provocación desde el principio, ahora que todos estamos más que vigilados, controlados y monitorizados. Tarde o temprano tenía que llegar quien se apropiara de la idea para fines comerciales, y ese alguien ha tenido que ser un payaso, concretamente Ronald McDonald. Él fue el encargado de inaugurar la primera biblioteca libre bajo la égida de la cadena de comida rápida McDonalds el pasado 8 de este mes en la ciudad norteamericana de Phoenix.
No sólo Donald Trump hace llorar a los niños, hay más payasos que también provocan el mismo efecto |
Hace sólo unos días la propia cadena de comida rápida decidía retirar durante un tiempo a su payaso Ronald, ante el auge de los payasos siniestros.
El clown que ha atemorizado a Gijón recientemente |
Y es que estudiándolo con detenimiento: ¿quién sale más beneficiado en este trato? Según los últimos datos, más de 45000 pequeñas bibliotecas libres han surgido a lo largo del planeta en los últimos siete años, su aceptación por parte de las comunidades es cada vez mayor, han conseguido hasta el tutelaje de sus hermanas mayores: las bibliotecas públicas, que como contábamos en Acto de contrición las están utilizando para expandir sus servicios. Mientras, la cadena de comida rápida McDonalds pasa por momentos delicados por la competencia tan feroz, las campañas promovidas desde la misma Casa Blanca contra la comida rápida y ahora le faltaba que hasta el Vaticano casi la excomulgue urbanísticamente hablando.
Puede que la multinacional del payaso haya financiado bibliotecas públicas, regalado libros con sus menús, y hasta lanzado líneas editoriales para fomentar la lectura entre los más pequeños. Pero no parece los más idóneo el aliarse ahora mismo con el imperio de la hamburguesa. Menos aún hablando de fomentar la lectura.
Eso lo que hacen alguna estrellas cuando quieren reflotar sus carreras (y sino ahí está Lady Gaga, que de diva pop interplanetaria ahora opta por disfrazarse de indie). Por eso, por la mención a la estrella de Bad romance, los payasos inquietantes y lo de volverse indie: ¿qué mejor que cerrar este nuevo post sobre las little free libraries que con una figura como Klaus Nomi?
Klaus Nomi fue una figura de lo más peculiar. Contratenor alemán, maquillado y vestido como un payaso futurista, mezcló entre las décadas de los 70 y los 80 el pop con la ópera y los sintetizadores en un cóctel inclasificable, que aún décadas después de su muerte, sigue resultando difícil de ubicar y casi tan inquietante como que ver a Ronald McDonald promoviendo la lectura.
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