Han pasado dos años desde que en este mismo blog publicamos el post Apocalipsis bibliotecario, y aunque el empeño de algunos sea amedrentarnos, mal que les pese: las trompetas del juicio final van a seguir afónicas.
En aquel post precisamente nos referíamos a Ásterix el galo, y su irreductible aldea; y es curioso observar, en retrospectiva, cuántas similitudes hemos encontrado desde entonces entre la creación de Uderzo y Goscinny y nuestra tierra. En Poción mágica lectora, Murcia se asemejaba a la aldea gala en lo de irreductible, pero en sentido negativo: al ser la comunidad levantina con menor número de lectores habituales. Y tras las noticias de chatarra espacial que no para de llover sobre Murcia: vamos a terminar como los galos del cómic, temiendo que el cielo se desplome sobre nuestras cabezas.
Pero los bibliotecarios somos tan empecinados a la hora de hacer que la gente lea, como lo fue Juan Martín en las guerras napoleónicas. En aquellas, se trataba de echar a los franceses, y ahora se trata precisamente de todo lo contrario: de cerrar filas junto a ellos. Las declaraciones del Ministro de cultura francés a raíz del salvaje ataque terrorista del pasado viernes, no pueden más que emocionarnos:
“la cultura es un arma de destrucción masiva contra la ignorancia y el oscurantismo […] nuestra cultura está contra-atacando en este momento […] a los terroristas no les gustan los libros, así que vamos a abrir más bibliotecas que nunca y a dar mayor acceso a ellas”
Es la última misión en cualquier guerra bibliotecaria: levantar muros de cultura para derrotar a los fundamentalistas. Y eso es lo que hacen los protagonistas de la película que lidera las listas de recaudación en un punto tan lejano del mapa como Japón: Library wars. The last misión! (Guerras bibliotecarias. ¡La última misión!).
En Apocalipsis bibliotecario ya hablamos de la primera parte (Library wars), y ahora nos enteramos de que su secuela lleva ocupando los primeros puestos de la lista de las más taquilleras en Japón, desde el día de su estreno. La trama prosigue las andanzas del ejército de la Fuerza de Defensa de las Bibliotecas, que protegen la libertad de expresión ante la férrea censura del régimen instaurado por el Comité de Perfeccionamiento de los Medios.
Bibliotecarios guerrilleros, bibliotecas militarizadas para preservar los valores de un mundo libre, tiroteos entre estanterías. La fértil imaginación nipona nunca dejará de sorprendernos; y una nueva oportunidad para disfrutarla es el VII Salón del manga de Murcia (Murcia se remanga) que hoy abre sus puertas. Desde recuerdos a series tan míticas como Marco, pasando por Los caballeros del Zodíaco, y cien actividades más para un fin de semana intenso.
Y precisamente hoy han llegado a nuestra Comicteca los 15 primeros volúmenes de Ataque a los titanes, uno de los mangas más exitosos de los últimos años (a punto está de estrenarse su adaptación cinematográfica). El argumento de dicha serie incide en el tono apocalíptico tan habitual de la imaginería japonesa:
los titanes son una siniestras criaturas de grandes dimensiones y nula inteligencia que devoran a los seres humanos. Un grupo de supervivientes logran sobrevivir tras un gran muro de 50 metros durante más de un siglo; pero aparece un titán de dimensiones colosales que abre una brecha en el muro.
Ataque a los titanes, ya en nuestra Comicteca |
Amurallarse tras paredes cada vez más altas para ignorar amenazas del exterior, el miedo ante la aniquilación que no atiende a razones, las falsas seguridades en las que vivimos sin querer mirar más allá: como siempre la ciencia ficción proporcionando argumentos fácilmente extrapolables a nuestra realidad más inmediata.
Arrancamos en Francia, y hemos terminado en Japón sin poder despegarnos de la actualidad más inmediata que nos agobia desde hace una semana. De ahí que luzca en el post la obra de la artista murciana Cantabella, que hace unos años hizo lo que se llama en el mundillo del cómic un crossover (cruce entre personajes de diferente procedencia) erótico entre el más famoso periodista dibujado con tupé, y el arte japonés.
Las estampas de Tintín en pleno goce junto a geishas de estilo ukiyo-e: no tienen ni una pizca del sensacionalismo barato del paparazzi. No son robados, serían más bien posados por su obvia carga irónica: son la consecuencia lógica de la deuda que la famosa línea clara en el dibujo, cuyo máximo representante es la obra de Hergé, tiene con la tradición pictórica japonesa.
Y este maridaje con lo oriental a través del goce sexual, es el mejor antídoto contra cualquier tipo de oscurantismo (no sabemos lo que pensará al respecto la Fundación Moulinsart, propietaria de los derechos sobre Tintín, y que ya prohibió en el pasado un libro que relataba la pérdida de la virginidad del joven periodista con otro símbolo francés como es Catherine Deneuve).
Luminosidad y alegría de vivir frente a quienes no ven más que odio alrededor. Por ello para cerrar, volvemos a un grupo que ya nos ha servido en este blog, más de una vez, para mirar con algo más de esperanza al mundo árabe. Resulta sorprendente que lindando como país vecino con Siria, haya surgido en Líbano un grupo como Mashrou' Leila, en sus letras hablan de sexo, política, o feminismo; y su cantante Hamed Sinno se declara abiertamente homosexual. Como bien dicen en una de sus canciones:
"Hemos estado peleándonos 50 años. / La misma guerra, que no podemos olvidar. / Estamos enfermos de religión, cansados de humillación"
2 comentarios:
Si la perspectiva de Tintin ha variado es porque en cierta forma se nos están quitando los miedos. Nos han enseñado durante tanto tiempo a tener miedo a la libertades, a tener miedo por tomar decisiones que no sean políticamente correctas, a tener miedo a la soledad que cuesta que la rebeldía sólo fuera posible a partir de los 30 años, a los 40 o a las 50 años donde los patrones de conducta están consolidados.
Muy valiente este post donde se adentra en la ruptura de los miedos, sobre todo en la proclama del video del grupo libanés.
Muchas gracias. El ejemplo del grupo libanés es toda una esperanza ante noticias tan preocupantes como las que nos agobian estos últimos tiempos; es una forma de tener en cuenta que nunca se debe generalizar.
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