jueves, 19 de mayo de 2016

Fetichismos culturetas

En recuerdo de nuestra BRMU Bizarra. Cuarta entrega, aquí van algunas 
portadas de discos que no sabemos si habrían provocado el actual 
resurgir del vinilo


El término postureo, que hasta los políticos han convertido en coletilla (tal vez sea la primera señal para empezar a desterrarlo). Proviene de poser, una palabra que en inglés venía a describir a aquellos que adoptaban las pintas, perdón, el look de determinadas tribus urbanas sin tener ni idea del discurso que había detrás.

Algo mal visto allá por los 80, cuando lo de la autenticidad aún se tenía en cuenta; pero cuando hasta los que entonces se llamaban pijos, ahora llevan camisetas de Los Ramones o del Ché Guevara: está claro que lo de acoplar estética con discurso, está más desfasado que decir carroza para referirte a lo viejuno.

Precisamente allá por los 80, la ahora agonizante industria del disco tuvo una de sus épocas gloriosas.  Aún no se atisbaba en el horizonte lo que aquellos simpáticos ordenadores terminarían haciendo con la música, primero; y las películas, los taxis, las agencias de viajes, los libros y que cada uno sume lo que se le ocurra a la lista: después. Pero como todo vuelve (menos las hombreras como pistas de aterrizaje): los DJ, por un lado, y los (ahora también acosados por la caducidad) hipsters, por otro: han hecho que los vinilos regresen, y cada vez se vendan más.

El punto vintage, la liturgia del vinilo, el fetichismo de su diseño, todo aquello que los que vivieron los 80 (y décadas previas) reconocían como el placer del melómano, como esos valores añadidos a la experiencia musical que la engrandecían, ha vuelto. Una reacción a la falta de respeto con que se consume ahora la música, que se usa y se tira igual que un chicle masticado sin apenas haberle sacado el sabor. Pero como todo en este tiempo, este revival no está exento de postureo.




Según un reciente estudio realizado en el Reino Unido, el 48% de las personas que compran vinilos tienen tocadiscos pero no lo usan, y el 7% ni siquiera tiene tocadiscos, ni tiene en mente adquirir uno. Sorprendente, ¿no? Bueno depende de cómo se mire, según el mismo estudio, las razones provienen del placer de disfrutar del diseño de los discos, de su valor como objetos bellos; y por otro lado, su simple afán de coleccionar.

Pero no hace mucho, tras la muerte de Umberto Eco, circuló por las redes un vídeo en el que una cámara le seguía mientras recorría todo el piso que había consagrado a su biblioteca. Un placer para cualquier bibliófilo, y un sueño/pesadilla para cualquier bibliotecario que tuviera la suerte de recibir tan impresionante legado en donación. ¿Se habría leído todos los libros que atesoraba en su biblioteca el gran Eco? En su caso nadie se atrevería a hablar de postureo, dada la talla intelectual de Eco, pero ¿cuánto de fetichismo habría en ese coleccionar libros y libros, sabiendo que probablemente no llegaría a leérselos todos?





Esa bibliofilia galopante que ha afectado a tantos literatos, no nos parece en cambio tan sospechosa de postureo como la de los discos. Un libro, por miles que se tengan, siempre es susceptible de ser leído: un disco sin tocadiscos, es un absurdo. Pero siempre se puede interpretar como algo positivo, y sobre todo, muy humano.

Es la añoranza por un cierto ritual, por alguna forma de liturgia (comprar el disco, desprecintarlo, colocarlo con cuidado en el plato, coger la aguja, ponerla en el surco, y escuchar las primeras notas mientras se contempla las fotos del interior, se leen las letras, y los más apasionados, hasta los créditos): es en cierta forma una nostalgia de pequeñas ceremonias de las cuales, lo digital nos ha ido privando. Y ahora, hasta los nacidos en un tiempo sin tocadiscos, añoran algo que no vivieron y compran vinilos.


Si todas las portadas hubieran sido así, 
nadie echaría de menos a los vinilos


La industria de la música fue la primera en caer bajo el imparable avance digital, y si ahora se producen fenómenos como este fetichismo por los vinilos en el Reino Unido; precisamente del mismo país, llegan noticias al respecto de los libros.

Según nos revelaba Librópatas esta semana: las ventas de libros de papel suben, mientras que las de libros electrónicos bajan. Según el director ejecutivo de Publishers Association, que ha dado a conocer estos datos: "Aquellos que hacían predicciones sobre la muerte del libro podrían haber subestimado lo mucho que la gente ama el papel".

Portadas de libros bizarras tampoco faltan
¿Somos en el fondo conservadores a la hora de consumir música (y por eso añoramos los vinilos), y a la hora de leer? No, es simplemente que los cambios pese a lo vertiginosos que parecen, no hacen cambiar las costumbres tan rápidamente. Algo negativo en muchos casos; pero en cambio, positivo cuando hablamos de cultura.

Según relata Bob Stanley, en su imprescindible ensayo Yeah, yeah, yeah, la historia del pop modernoEn 1978 como reacción al éxito que tenía la música disco en las listas de éxitos, medios como la revista Rolling Stone (guardiana de las esencias del rock) anunciaba en sus páginas camisetas con frases como "Muerte a la música disco", "Mata a los Bee Gees". Ese mismo año,  en un estadio de beisbol, incluso se llegó a celebrar un "derby de demolición de la música disco", explotando un contenedor con 10.000 discos de este estilo, mientras los espectadores gritaban: ¡El disco da asco!

En fin, habría que ver a alguno de esos espectadores cada vez que, cíclicamente, la música disco ha vuelto a renacer sobre sus cenizas en las listas de éxitos. A estas alturas de la película, ya deberíamos admitir que a la hora de consumir música, libros, cine o cualquier otro arte: todo suma, nada resta, y en que en definitiva de lo que se trata es de disfrutar y tener una dieta lo más variada posible.





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