Muchos clásicos del cine de la edad de oro hollywoodense acontecían en comunidades pequeñas. Esas ciudades de impoluta apariencia, que a la mínima disidencia, veían transformarse a sus, hasta entonces, respetables ciudadanos en auténticos salvajes, a la caza y captura del que se atreviera a ser o pensar diferente.
Dramas sureños en los que se masticaba la tragedia a la vuelta de la esquina; y cuya atmósfera tan bien captó el teatro de Tennessee Williams. En nuestros días, el autor de La gata sobre el tejado de zinc, tendría un auténtico filón con las redes sociales como marco para seguir retratando, no ya esa Norteamérica profunda, sino un mundo profundo en el peor sentido del término. Y es que ya lo decíamos en otro post: la aldea global copia con descaro a la aldea rural, y muestra su cara más siniestra con los linchamientos digitales que cada día se suceden en Internet.
Sin entrar en consideraciones de si son merecedores o no de críticas severas, lo cierto es que casos recientes como el del inefable José Luis Moreno, crucificado por su casposo retorno al ruedo televisivo, o el cantante Pitingo y su criticada falta de cintura para encajar bromas a su costa: denotan tal inquina en algunos comentarios y ataques digitales, que dan argumentos a los que abogan por un control estricto de Internet, tan del gusto de regímenes totalitarios.
El bochornoso asunto de los tweets de seguidores de un programa de televisión molestos por el retraso en su emisión, debido al accidente aéreo de Los Alpes, la imputación del joven de Molina de Segura que amenazó con detonar una bomba en la Copa del Rey: son algunos de los numerosos episodios recientes que muestran esa cara oscura de la red. Pero en este post queremos compensarlo con algunos ejemplos luminosos, que nos ofrezcan la cara más amable y productiva de las nuevas tecnologías.
Ya hemos hablado/recomendado más de una vez de los interesantes estudios de Frédéric Martel en este blog (todos incluidos en la selección de nuestra Pasarela BRMU/Constanza Mas). En el dedicado a estudiar Internet a lo largo y ancho del planeta, (Smart, Internet (s) una investigación), Martel se pregunta tras visitar favelas en Brasil, suburbios en Colombia, Venezuela, México o Sudáfrica, guetos negros y latinos en los Estados Unidos o campos de refugiados palestinos y chabolas en la India: ¿realmente la cultura digital ayuda a progresar a las sociedades, sirve para salir adelante?
No alcanza una respuesta concluyente al respecto, pero sí nos deja algunos ejemplos de casos concretos en los que sí que está ayudando a cambiar las cosas. Como en el barrio de Kibera en Kenia, donde los móviles están suponiendo una esperanza para el progreso. A este respecto, no nos resistimos a reproducir lo que cuenta sobre la biblioteca del barrio:
"la filial de la Kenya National Library está situada en el corazón del barrio. Se llega por un camino de tierra ocre, lleno de baches. ¿Una biblioteca? Es mucho decir. Más bien parece un almacén con techo de uralita, cercado de alambradas. "Electrificadas", puntualiza Jesse. En los estantes hay unos 8.000 libros y cada día acuden unas 200 personas a consultarlos [...] me muestra unas tabletas Samsung que acaban de llegar y que guarda en un armario cerrado con llave, esperando la instalación del wifi. Ello debería permitir un mejor acceso a internet [...] por ahora hay que subirse al tejado para acceder con un smartphone a la conexión 3G"
Ilustración de Dan Page |
Y sin salir de África, otra noticia reciente aúna (cargada de polémica) progreso y tecnología. Según un estudio publicado por el Instituto para el Desarrollo y el Gobierno Africano, la piratería en África favorece la alfabetización y el desarrollo humano.
Una vez asumido este dato, ahora el debate vuelve a recaer sobre la protección de los derechos de autor. Confiemos en que esta noticia, comprensible en el contexto africano, no sea extrapolada como argumento a países plenamente desarrollados para justificar la piratería.
Y para terminar, nada más a propósito que el último vídeo del fantástico Stromae, en el que advierte de los peligros del abuso de las redes sociales. Cara y cruz de un mundo al que ya ninguno podemos sustraernos.
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