jueves, 25 de agosto de 2011

Videojuego de biblioteca


En el estudio La dieta cultural de los catalanes, llevado a cabo por la Fundación de Audiencias de la Comunicación y la Cultura (Fundacc), se extraen una serie de datos de lo más interesantes, y que ojala pudieran extrapolarse al resto de comunidades autónomas.

Según el artículo publicado en El País, se está consolidando un consumidor omnívoro de clase media-alta que parte de su gusto por los libros para ampliar su consumo cultural. Esto afecta directamente a las bibliotecas, que han visto aumentar su número de préstamos con la crisis, y el consumo cultural en espacios públicos; lo que es todo un alivio como contrapartida al consumo autista y solitario que fomentan las nuevas tecnologías. Y tras libros, cine, música, exposiciones, conciertos o espectáculos, aparecen los videojuegos como otra opción más de consumo cultural.

Esta inclusión de los videojuegos dentro de los hábitos culturales, viene al hilo de otra noticia de hace tiempo, sobre la Biblioteca Británica y su intención de conservar los videojuegos. Una forma de entretenimiento que aspira a ser considerada también cultura; y que incide en cierta manera en el replanteamiento que de nuestros centros y ofertas estamos abocados a hacer si queremos seguir el signo de los tiempos que cantaba Prince. Un asunto sobre el que ya hablamos en la entrada dedicada a una de las últimas sensaciones en cuanto a videojuegos de este año se refiere: L.A. Noire,.
donde comentábamos las posibilidades que pueden ofrecer a la hora de ampliar los horizontes culturales de nuestros usuarios.

En definitiva, como ya reflexionábamos en un número especial de nuestro ActualBiblioteca dedicado al cómic: “la raíz griega biblio, ha quedado superada para referirse a esos centros dinámicos al servicio de la cultura que son las bibliotecas del siglo XXI, y sólo el sufijo –teca revalida todo su sentido sumándose a cada nuevo formato que va surgiendo…”

Y para ilustrar la entrada, nada mejor que un juego de hace unos años: el famoso Cazafantasmas, cuyas escenas en la Biblioteca Pública de Nueva York, incluyen la lucha contra un Golem hecho de libros. ¿Será por aquello de que los sueños de la razón producen monstruos?


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